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Voces [29/06/2009] Inaugurando la serie "Voces", compartimos una entrevista con José Saz, secretario general del Centro de Profesionales de Empresas de Telecomunicaciones (CEPETEL-CTA), con quien dialogamos acerca de diversos aspectos de su trayectoria de militancia y el proceso de organización sindical dentro del gremio de las telecomunicaciones.
En principio, quisiéramos que nos cuentes sobre tu trayectoria personal y tu militancia, en cuanto a organización sindical, social, política. Yo vengo de una familia de obreros. Mi papá era moldeador metalúrgico, mi mamá era empleada del vestido; estudio como buen chico que los padres se esfuerzan por tratar de mejorar la condición social; tengo muy escasa participación política en la etapa de la adolescencia. En realidad, no sabía con quién estaba, porque estuve un poco con la gente del partido comunista, con la gente del socialismo, con el peronismo de izquierda. De grande tuve militancia partidaria, pero de joven, no: acompañé, formé parte de movimientos, pero nunca sintiéndome totalmente integrado. En realidad siempre fue bastante reaccionario a lo que son las imposiciones jerárquicas y militares que en general se manejaron en toda la sociedad a lo largo de nuestra historia; con lo cual, esa personalidad hacía que chocara bastante con las decisiones más que con los contenidos de las decisiones. Después que más o menos me estabilizo familiarmente, tengo una hija, me recibo de profesional e ingreso en ENTEL en el año 1981. En el año ’82, después de un curso de posgrado bastante intensivo que daba el Proceso, me incorporo a la planta de forma efectiva. Ya estábamos en los albores de la democracia y los profesionales teníamos un sindicato –el CPU– que había sido salvaguardado por unos gerentes cuya única intención era querer al sindicato y no más que eso, con muy poca participación militante. Esa situación hace que quienes éramos parte de la seudo-juventud –porque el profesional de por sí no es joven, ya si no viene de otro lugar en el ámbito sindical empieza viejo– nos juntáramos y organizáramos lo que sería la revitalización de ese sindicato que estaba vivo, tenía una cierta vitalidad, pero no tenía posición política dentro de las telecomunicaciones. Ese cambio hizo que muchos profesionales participasen activamente: pasamos rápidamente de tener 400 afiliados a tener 1100 en un par de años. Hay que tener en cuenta que las circunstancias de esos años, 1982 y 1983 sobre todo con la vuelta de la democracia, hicieron que la gente tuviera ganas de participar. Era una época muy linda porque existían núcleos militantes que no habían sido destruidos por el proceso, con su identidad propia, estaba el peronismo ortodoxo, estaba llegando la Renovación, había un sector muy minúsculo de radicales, partido comunista, partido de izquierda, el PI y un sector bastante importante de independientes y eso hizo que yo me fuera metiendo. Siempre había tenido la inquietud, en la facultad milité en el PS, tenía participación pero no una dedicación. En esta etapa del sindicato tampoco tuve una dedicación exclusiva, pero sí un interés bien marcado por la participación. En mi vida siempre tuve un perfil bajo, nunca tuve interés por sobresalir, ni cubrir cargos, por lo cual mi participación fue de acompañamiento: yo no quería ser delegado, no quería ser autoridad en el sindicato, aunque estaba muy cerca de las autoridades. Yo creo que fui parte de la recuperación del sindicato de aquel momento porque participaba en la subcomisión de no reconocidos, en la subcomisión de reclamos, es decir, recibía los reclamos de los afiliados, los contestaba, los canalizaba. Trabajaba pero nunca intenté ser parte orgánica de la conducción. Eso duró un par de años, hasta que perdemos la conducción en manos de una fracción del peronismo menemista y ahí entra la debacle de lo que fue el CPU-CEPETEL (cuando llega la privatización se hace un cambio de estatuto con el cambio de nombre). Y ahí yo paso a un espacio de sombra, de no participación, porque no había lugar para participar más allá de las asambleas. Seguí participando con la gente de FOETRA que era lo más activo, lo más reclamativo del momento, creo que fue el único sindicato que realmente se opuso a la privatización. Pasada la primera etapa del menemismo, empecé a militar políticamente en el FREPASO. Junto con los compañeros de Lanas creo que logramos el primer hecho de reacción contra el sistema cuando –a mediados de los noventa– le ganamos las elecciones de concejales a Quindimil. Nosotros habíamos generado desde Lanús Oeste una organización bastante fuerte –teníamos once casas abiertas, que trabajaban en forma coordinada y demcrática– y se logró colocar el presidente del consejo deliberante que fue Roberto Miguélez. Esto, sin embargo, también fue una decepción política porque terminó en fractura y toda la organización recibió un golpe muy duro. Sí le encontrábamos mucha dificultad a lo que era la democracia del partido porque no existía, en realidad: nos enterábamos siempre de lo que sucedía después de que lo publicara el diario. Cuando se conforma la Alianza algunos sufrimos una terrible decepción pero continuamos militando hasta luego de las elecciones presidenciales. Y después, por problemas internos, no supimos resolver la discusión y tampoco dar una batalla interna como para ser otra voz dentro del partido y cometimos el error de desaparecer políticamente. Ahí, en lo personal, entro otra vez en una etapa de ocultamiento. Allá por el año 2000, lo conozco a Eduardo Moyano que me lleva a la militancia de Telefónicos en CTA. Y nace en el seno de telefónicos en CTA la idea de recuperar por parte de los profesionales un sindicato que ya no existía, que estaba en pedido de liquidación, una linda experiencia pero también al principio muy frustrante porque no pasábamos de ser cinco. En el 2001 nos ponemos a convocar, al menos a los compañeros que conocíamos de la vieja etapa, que quedaban muy pocos. ¿Quedaban muy pocos porque muchos habían sido despedidos en la etapa de la privatización? Claro, con distintas formas, como los retiros voluntarios, por ejemplo, fueron despedidos. El retiro voluntario es una mentira que inventaron las empresas y muchos empleados creyeron en que era por su bien y que había un beneficio en irse. Pero la realidad es que la mayoría, el ochenta por ciento, quedó en peores situaciones porque no pudó insertarse dentro del esquema de trabajo de esta sociedad: la edad, la falta de trabajo, toda hacía que ese retiro fuese el retiro. En el 2002, ya con un contacto muy fluido con Horario Meguira, con reuniones mensuales, se desata el conflicto por obra de Telefónica. Y ahí empieza a cambiar la historia muy radicalmente: de no poder convocar a nadie, nos encontramos con una primera asamblea de 400 personas. Nosotros, es decir, el grupo que formaba Ricardo Puertos, Daniel Grino, Guillermo De Fais y Horacio, bien concientes de lo que teníamos que hacer, veníamos teniendo una estrategia discutida en horas de charlas de café y cenas pero con una impotencia muy grande por no saber cómo implementarla con nada. Bueno, la materia prima, la gente, apareció y nos pusimos a construir. Y nos fue bien. Pudimos, en principio, enfrentar las situaciones de suspensión que quería realizar la empresa, que eran 800. Aunque no todos eran profesionales, tampoco teníamos sindicato, así que no había demasiada opción: o se sumaban con nosotros o aceptaban las condiciones de la empresa en un contexto de país muy complicado. En agosto, nos despiden 43 compañeros: ya ahí logramos que el Ministerio nos acepte como negociadores con la figura de “representante de los trabajadores en conflicto”. No era todavía un sindicato, pero posiblemente la instancia de crisis general ayudaba a que no nos trabaran. Un pedido de interpelación que, por intermedio de Ubaldini, se le hizo a la empresa y al Ministerio facilitó la situación. Se suspendieron los despidos pero continuaron las suspensiones, cada vez más numerosas: al principio eran sin goce de sueldo y aparecieron las vacaciones forzosas y, a continuación, hubo una convocatoria a suspensiones voluntarias con la premisa de que aquel que aceptaba la suspensiones no estaba considerado dentro de los “sediciosos”. Cuando se dicta la conciliación obligatoria y se producen las reincorporaciones, la mitad opta por el retiro voluntario, la mitad se queda. Un compañero que no estaba en el conflicto fue despedido y fue mantenido de rehén por dos meses más; pero se llegó a la instancia de poder vencer ese nuevo escollo. Ministerio lauda esta intención de suspensiones por un año con el 70% del sueldo y ruptura del vínculo laboral, acotando las que se habían firmado a seis meses. Nosotros nos oponemos, pero ante el hecho y ante la falta de organización, aceptamos y se produce la reincorporación de todo el personal: el que tenía vacaciones, suspensiones por un mes sin goce de haberes, por dos meses sin goce de sueldo, se le pagan los salarios vencidos. ¿Cuántos compañeros eran en total los involucrados en el conflicto? Los involucrados eran 120 que estaban suspendidos en forma voluntaria y 126 que habían sido sancionados por la empresa por la participación. Estábamos en un total de 250 personas. Todo vuelve a la tranquilidad, hasta que en febrero la empresa se contacto con nosotros y nos propone firmar conjuntamente –nosotros no éramos sindicato– la prolongación de las suspensiones, que eran de seis meses, por un año. Nosotros lógicamente lo rechazamos, por ser un pedido totalmente inviable. La empresa, entonces, solicita un producimiento de crisis, un “328” e, inmediatamente, plantea despedir a todos los que tenía anotados como militantes, con excepción de algunas personas, como los que estábamos en la Junta que se había nombrado como “representante de trabajadores en conflicto” a la que, a su vez, en una asamblea en Septiembre se le había dado mandato para que sea la comisión normalizadora del sindicato. Nosotros iniciamos un expediente de conflicto y uno de restitución de personería. En marzo, se aceleran las cosas: la empresa, junto con el pedido de crisis, pone la nómina de los 120 compañeros que estaban marcados para ejecutar el despido. El Ministerio no responde de manera inmediata así que proceden a suspenderlos, con goce de sueldo sin que pudieran estar en las instalaciones. Es decir, una privación al derecho a trabajar. No al salario, sino al trabajo. Esto hace que el Ministerio redoble la apuesta y dice una declaración en la que daba por nulo el pedido de liquidación del sindicato. Y nombra un delegado normalizador del Ministerio en el sindicato para blanquear la situación económica –que era sencilla: no había un centavo, no había bienes– y hacer un llamado a elecciones. Se hace el llamado a elecciones (que se realizan el 3 de septiembre) y durante todo ese mes tenemos el pedido de las empresas llamando a los otros sindicatos existentes –y es un dolor tener que decir que la mayoría de los sindicatos se presentan en contra de los trabajadores que quieren organizarse. Una de las organizaciones que se presenta es FOETRA y logra una medida cautelar que suspende la ejecución de las elecciones, porque la resolución que daba por inicio el proceso de normalización no la había firmado el Ministro. Había un pedido presentado por FOETRA, FOESITRA, Telefónica, Telecom FOCSTA y la ex comisión directiva del CEPETEL, quienes habían sido los herederos de todos los bienes del sindicato, entre ellos un edificio de tres plantas y un terreno del que hoy es propietario la OSTEL, obra social de FOESITRA, cedido a meses de realizarse las elecciones. El Ministro el 2 de septiembre firma la resolución donde da por firme el proceso de normalización y permite la realización de las elecciones. Ahí comienza otra lucha. Nosotros pedimos rápidamente la apertura de paritarias. El 7 de octubre hacemos la presentación de la nota y el 9 de octubre tenemos una comunicación de la Sala 5 en la que nos indicaban que Telefónica y FOETRA habían ido por artículo 62, con lo cual el proceso de normalización quedaba prácticamente nulo. Nos presentamos en la Justicia y logramos revertir esa medida cautelar a favor nuestro y que, mientras tanto, se mantengan los fueros gremiales de aquellos que habían sido elegidos. Ahí empezó la batalla judicial y también una batalla interna con la empresa, por el reconocimiento. En el ínterin, en ese año que sigue, logramos, al menos, reconocimiento para los reclamantes que se hizo efectivo para todos los fuera de convenio de los decretos presidenciales que a nosotros no se nos habían hecho efectivos. Recién en 2005 tenemos dictamen de la Corte Suprema. Ya la Sala se había expedido en diciembre de 2004 en el no derecho a FOETRA y la empresa en lo que es el proceso de normalización. Y, en Junio, a Telefónica le niega la queja que había presentado en Corte Suprema y nos habilita con toda la legalidad a ir a solicitar paritarias. Lo hacemos y desde allí continuó una lucha permanente en contra de la empresa, porque la discriminación y la persecución eran moneda corriente, con una cantidad de actividades realizadas, tanto de pedidos internacionales como de movilizaciones. En 2007 decidimos iniciar nuestras propias medidas de fuerza, nuestros propios paros. Cuando FOETRA entró en conflicto y el conflicto se alargó demasiado, llamó a la solidaridad de los sindicatos y ahí prácticamente somos admitidos como sindicato dentro del ámbito de las Telecomunicaciones. Ese fue un momento importante; el problema fue que todos arreglaron salario, menos nosotros. Y, encima, quedamos con una deuda pendiente, de todos los que habían parado que no sólo no tenían solución sino que además tenían los descuentos por sus días de huelga. Al terminar el año estamos en una situación compleja, porque el nivel de afiliación ya se había parado y sólo venían aquellos que habían sido despedidos porque la única garantía que daba este sindicato era la estabilidad laboral. De alguna forma luchabábamos: nos echaron un compañero de Telecom, nos movilizamos los que podíamos, le hicimos un piquete en la planta de Martínez, le tuvimos toda una mañana la planta cortada con quema de gomas, teníamos un pedido de elección de delegados en ese momento, nos permitieron a la semana hacer las elecciones. Pero el compañero, después de tres meses, aunque el sindicato ofreció pagarle el salario para que se quede, por presión familiar aceptó la desvinculación. Ese fue uno de los tantos fracasos, porque no todas son batallas ganadas. Por otro lado, en enero hacemos contacto con UNI, solicitándole que tenga una presencia formal. Hay un interés por parte del representante de Empleados de Comercio de generar la unidad y el representante de UNI Argentina acepta la negociación. Nuestros compañeros se hacen presentes en una reunión en Panamá donde iba el presidente de la empresa, tienen una reunión con el representante de Recursos Humanos de todo el grupo y se logra un compromiso de intentar normalizar la situación de la Argentina, no sólo por nosotros, sino por el conflicto que habían tenido con FOETRA que había sido muy desgastante. Cambia parte de la dirección de Telefónica y se inicia una negación intensiva en la cual se logran, al cabo de un mes, varios puntos: una recomposición salarial para aquellos que no la hubiesen tenido a partir del 2002 del 62%, más la aplicación de un aumento salarial del 17%, con lo cual algunos tuvimos un aumento de salario del 89,5%; la vigencia relativa del convenio colectivo; figurar en boletas de sueldo –tanto la recomposición como el aumento salarial– como “Acta acuerdo CEPETEL”; el convencionamiento de 320 compañeros. Es cierto que nosotros estábamos ya pidiendo 700, pero a veces, en la mediación uno acepta también en función de la supervivencia, porque la negociación ya se venía bastante difícil. Es decir, la evaluación era que la situación estaba bastante difícil por el desgaste del año anterior: convencer a los compañeros de volver a generar un conflicto con la posibilidad de alargar su agonía, más una inflación que se venía venir y seguir teniendo congelados los sueldos del 2002 podía ser suicida. El acuerdo, por otra parte, tampoco era malo porque la recomposición salarial era importante, la cantidad de compañeros convencionados también. Lo sometemos a la asamblea y ésta, prácticamente por unanimidad, acepta la propuesta. La mayor parte del año pasado fue tratar de dar la aplicación efectiva del convenio que todavía no está completamente aplicado: faltan algunos rubros salariales a acondicionar (por ejemplo, nuestro convenio figuraba en australes, con lo cual, hay cosas irrisorias si se quieren hacer aplicar), pero en junio pactamos las escalas salariales para las categorías que figuraban en el convenio. El salario básico mínimo era de 2600 pesos y el subsiguiente era de 4400. A lo largo del año, fuimos completando la grilla de convencionamiento y logramos algún refuerzo salarial en diciembre, que fue la aplicación de tarifa telefónica que eran diez pesos por la conversión de australes, llevarla a cien pesos y otros ochenta y cuatro pesos que iban a viáticos y jornada discontinua. Y un maquillaje –que para algunos fue maquillaje y para otros fue dinero– subir todo los básicos de categoría doscientos pesos, extraíbles de un adicional encuadramiento que es remunerativo que, como los sueldos fuera de convenio eran todos diferentes, a algunos les quedaba una bolsita y a otros una bolsa muy grande. Una forma de empezar a equiparar fue incorporar doscientos pesos a todos los básicos, con lo cual muchos compañeros recibieron veinte pesos y otros muchos doscientos porque no tenían nada. Hoy seguimos en negociación, siempre priorizando volver a Telecom. En Telecom era más duro porque no se había iniciado tan grande el conflicto. Los compañeros pararon igualmente y sufrieron las consecuencias de no tener ningún tipo de arreglo. Pero las empresas no saben contener así que, hoy en día, si los pronósticos no nos dan mal, creo que para fin de año tenemos la aplicación del convenio en Telecom. Tenemos dos expedientes abiertos, uno es por la aplicación del convenio que data, igual que en el caso de Telefónica, del 2005. Este año iniciamos un nuevo expediente por el cual empezamos a convocar compañeros fuera de convenio para reclamar actualización de salario y ahí tenemos 260 compañeros solicitando recomposición salarial. Con lo cual creemos que este año es probable que, si no hay acuerdo, vaya a haber conflicto. En el relato que vos hacías, marcabas dos escenarios diferentes. Por un lado, cuando perdieron el sindicato en el momento de las privatizaciones. Por otro, cuando logran constituirse primero como representantes de trabajadores en conflicto y luego recuperar la organización. ¿Qué elementos creés que funcionan en este segundo caso para que se desate el conflicto? ¿Cambió el tipo de trabajador, los elementos del contexto, la estrategia de ustedes? ¿Dónde estaba la conflictividad, es decir, qué era lo que reclamaban? Yo creo que las condiciones sociales y socio-económicas son lo que condicionan en mayor medida las luchas. Las condiciones sociales debieran ser una variable que tendríamos que manejarla nosotros. Pero a veces sucede, como en la década del ’90, que vienen de afuera y los trabajadores –y no lo digo en forma personal sino en forma genérica– compramos espejitos de colores; con lo cual, las luchas se ven desvirtuadas y ese proceso también es una especie de involución permanente, de pérdida de fe y pérdida de valores de los trabajadores que terminan afirmando las salidas individuales. Hay que caracterizar muy bien, por otra parte: nuestro sector de representación –los profesionales universitarios– no es lo mismo que el personal de base. Es decir, yo creo que la conciencia de clase, la solidaridad, el deseo de participación se ve mucho más reflejado en lo que es la base. ¿Y ustedes trabajan esa relación, más allá de la relación institucional por el diálogo con otros gremios, en los sectores de trabajo dentro de la empresa? En el interior de la empresa nosotros optamos por trabajar con los no convencionados por un problema de encuadramiento. El problema de encuadramiento en este país es un mal endémico y cualquier cosa lo endilgan como un problema de encuadramiento. Y lo que finalmente sucede es que, cuando a uno le dicen “problema de encuadramiento”, no hay instancia administrativa ni legal de solución. Además de la oposición férrea de los sindicatos de CGT de tratar de destruir a aquel que se opone al sistema. No quiere decir que esa sea nuestra ideología, es la táctica que utilizamos en esta etapa. Sabemos que, si nos ponemos todo en contra, el poder construir nos va a ser mucho más difícil. Sí intentamos poder construir en los sectores donde no hay sindicalismo, con personal de base. Hay un sector que está dentro de la nueva ley de telecomunicaciones que está muy disconforme, son gente de base, ex delegados. Nosotros ahí participamos y trabajamos de organizarlos. Siempre con la concepción de que organizar no es cooptar: no es ir a decirles “éste es el sindicato que los va a representar”, sino que participamos de las reuniones, participamos de la organización, participamos de la lucha y la decisión de los compañeros al final será si se incorporan a nuestro sindicato, si hacen su propio sindicato o si van a disputar democráticamente dentro del sindicato que se encuentran. Creo que en cualquiera de las situaciones nosotros salimos ganando, porque lo que planteamos ahí es que no es el CEPETEL, sino la CTA la que tiene la ideología y la que brinda los elementos. El CEPETEL es una herramienta más de la CTA y es más, nunca descartamos que si se gana democráticamente un sindicato puede llegar a haber, incluso, fusiones. Es decir, nuestro interés sería ir a la unidad sindical pero no por la cooptación sino por la convicción de las bases de que ése es el mejor resultado. Esto lo manejamos como algo religioso: nosotros sabemos que si las bases no se organizan y no están convencidas de lo que quieren, es imposible ningún cambio. En el 2006, 2007, estuvimos trabajando con la gente de Telefónicos de CTA Capital en lo que era el reclamo del personal de las subcontratadas de la empresas de telecomunicaciones. Es en su amplia mayoría gente a la que le corresponde la representación de FOETRA y FOESITRA, ya que son personales instaladores, revisadotes, etc. En ese momento, yo creo que pecamos nosotros de no saber conducir o de no asumir una responsabilidad mayor en la conducción. Los delegados de FOETRA exigían, prácticamente, que fuera FOETRA la que se hiciese cargo del conflicto. Y la realidad es que nosotros, en ese momento, llegamos a tener 160 compañeros de subcontratadas haciendo asambleas y creo que había una posibilidad de organizarlos y hacerlos responsables del cambio. La estrategia que se eligió entre todos –no es que nadie haya sido culpable, en todo caso nosotros también fuimos culpables aunque no estábamos de acuerdo, ya que la votación fue democrática– fue elegir la afiliación al sindicato y luchar desde adentro la incorporación de las subcontratadas. La realidad es que hoy están en el mismo estado de desesperación y la promiscuidad de representación que había anteriormente. Pero bueno, si nosotros logramos que el sujeto real sea el responsable del cambio tenemos más posibilidades del cambio, no garantías, claro. Del mismo modo arriesgamos el tema de abrir CEPETEL Rama Informática, que hasta ahora no es más que una intención. Esperemos este año poder dar un vuelco, que aparezca alguna idea superadora como para poder convocar a un sector muy castigado, muy relegado y muy perseguido por la legislación. La falta de libertad sindical ahí se ve muy duramente. Porque para aquel que se identifica (Guillermo Acedo puede ser el ícono, pero no es el único), la persecución a la que se lo somete por ideología y participación es tremenda. Ahí tenemos que encontrar alguna forma. Nosotros tenemos la limitación de que lo que dice el poder es que nosotros representamos a profesionales universitarios de empresas de telecomunicaciones. Y lo sabemos. Entonces tenemos que generar herramientas nuevas, que puedan dar contención política para todos esos afiliados a la CTA que no están en ningún lado y que por su numerosidad tampoco pueden estar en ningún lado. Y por el medio de la solidaridad y el compromiso, ir a los cambios. Que es ni más ni menos que la Constituyente Social. En función de este tipo de trabajador, profesional, universitarios, ¿qué particularidades se les presentan a ustedes a la hora de la organización sindical? Quizás es un poco más difícil, por la facilidad económica que tiene el trabajador profesional –que en este país no gana bien pero tampoco es de los rezagados económicamente. Yo creo, en términos cualitativos, que el trabajador profesional está mal remunerado; pero decir que gana tres mil pesos de bolsillo, o cuatro o cinco mil, no está tan mal, por supuesto y frente al contexto general. Y los fuera de convenio están más o menos igual, algunos un poco más castigados. Esto implica una formación social la cual a medida que se va ascendiendo se va perdiendo pertenencia de clase y se va optando por salidas individuales. Entonces, hay que retomar el trabajo con los compañeros para que vuelvan a identificarse como trabajadores. Instándolos a la participación, al compromiso social, que a veces es muy difícil. Por eso yo decía que el trabajador de base se compromete mucho más, ve mucho más las necesidades de la clase y el hecho de asumir el rol de representación. Y el profesional, universitario, a veces en su mezquindad, en su aburguesamiento –porque la mayoría empieza militando en la izquierda y termina siendo, no digo de derecha, sino burgués– piensa “tengo familia, tengo tres hijos, tengo un auto y podría tener más, pero con esto sobrevivo”. Sobrevivo en medio de esta sociedad, que es lo terrible. Nosotros intentamos en cada una de nuestras intervenciones, en cada uno de nuestros discursos, ir entrando sobre eso y tratando de lograr una construcción. Una construcción que también sea sólida que permita el recambio, cosa que es difícil. Nosotros a veces miramos el futuro y lo vemos complicado. ¿Y hoy ustedes tienen más trabajadores jóvenes profesionales o el promedio sigue siendo, como contabas al principio, más alto? El promedio de edad de nuestros afiliados está por encima de los cuarenta años. Claro, tampoco podemos pedir mucho menos porque para ser profesional universitario lleva su tiempo. Hoy quizá las carreras se hacen más rápido, pero no antes de los 25 o 26 años para recibirse. Pero en general, se reciben entre los 26 y los 30 años. Con lo cual, decir “juventud” dentro de los profesionales es difícil. Sí habría que apostar a lo que viene, o sea, al estudiante, que también es uno de nuestros proyectos: hacer algún tipo de ligazón no para representarlo pero sí para que sean parte del semillero de aquel que va a llegar a ser. Con lo cual, sí se consigue juventud. Hasta ahora la nuestra es una construcción un poco acelerada en los últimos años y quizá nosotros tampoco estamos preparados para el cambio. Hace dos años, económicamente, era la gorra todos los meses para tratar de sobrevivir. Hoy hay recursos. Pero nosotros todavía no nos adaptamos a esa velocidad de cambio. Yo ahora estuve en mi oficina hasta las diez, luego tuve una reunión con Recursos Humanos, después una de comisión Directiva y ahora me vuelvo a la oficina. No digo que está mal, pero cuanto más crece la organización, uno tiene que dedicarle más tiempo a la organización y menos al trabajo. Y hay que adaptarse a esos cambios, adaptarse mental y estructuralmente. Yo creo en los cambios paulatinos. Porque a veces me dicen: ¿por qué no tomás permiso gremial? Y el tema es que si yo me voy a mi sindicato y me quedo solo ahí, quizá la mitad del día no hago nada porque no estoy todavía adaptado a esa función, a esa forma de trabajo. De esta forma estoy media hora trabajando, media hora redactando un comunicado del sindicato, media hora hablando por teléfono y cada día la parte de trabajo se achica más. Pero yo, al igual que mis compañeros, vamos haciendo una transición a lo que es el ser sindicalistas. Además, el hecho de seguir teniendo contacto con tus compañeros de trabajo, al menos en esta etapa de la organización, debe ser importante. Yo creo que en esta etapa de construcción es importante porque también damos una imagen distinta de sindicato: un sindicalismo que tiene personería gremial que no tiene transporte, que no tiene prebendas, que habla con la gente todos los días, que está, que es un ser como los demás. Como lo tenemos a Hugo [Yasky], como lo tenemos a Víctor [De Gennaro]. Uno va al barrio y lo encuentra. Y habla con él y se va a tomar un café. Y no porque sea uno, sino cualquiera de nuestros compañeros: uno viene a la CTA y están, se sabe quiénes son. Creo que es mantener un poco eso. No separarse, y que esto que también tiene que ver con la imagen que tiene la organización sirva para la construcción. ¿Qué cosas creés que fueron efectivas para la incorporación de los trabajadores y abrir esa perspectiva? ¿Creés que hay cosas más referidas al discurso político que les sirvieron, hay cosas de la trayectoria misma de la organización, hay formas organizativas que ustedes revieron como forma de acercarse a esos compañeros? Nosotros por lo que optamos y lo que seguimos haciendo es el trabajo cuerpo a cuerpo y el realizar actividades, asambleas en los lugares de trabajo: creo que eso es más viejo que el tiempo y sigue sirviendo. Y creo que para este sector eso es mucho más importante porque al aburguesado le cuesta mucho ir después de hora a una reunión. Ahora, cuando uno lo va a buscar, por lo menos en ese momento, en ese lugar, se compromete. Yo creo que la coherencia ideológica de la CTA que nosotros adoptamos como norma también es importante, porque lo que no tenemos es contradicciones en nuestro discurso y en los hechos vamos corroborando ese discurso que mantenemos y llevamos a la práctica. Y eso da una legitimidad en la representación que otros no la pueden tener. La metodología, la conducta, la ideología creo que es lo fundamental. Y, por supuesto, la posibilidad de una participación democrática. Hoy estamos previendo por lo menos discutir carrera profesional con Telefónica. Entonces se convoca a todo aquel afiliado que quiera participar en la discusión a reuniones abiertas. Se producen las síntesis y después se someten las conclusiones a la discusión democrática, si es posible asamblearia (lo cual a veces es más complicado en la medida en que no vaya tanta gente). Esta forma de construcción es también la que da garantías, donde la participación de la gente vale, es efectiva, no es sólo lo reclamativo. No se los llama para decirles, informarles que vamos a pedir tal cosa; todo lo que se va constituyendo como nuestros reclamos y avanzar en beneficios para los trabajadores, tratamos de discutirlo. El salario es un poco más difícil, porque a veces los parámetros son demasiado disímiles y si la gente pide mucho puede llevar a un conflicto sin resolución y si pide muy poco nos garantiza el fracaso. Pero, de todos modos tratamos de tener, a través del cuerpo de delegados y con los afiliados que en forma directa nos llaman también un chequeo permanente de cuáles son las necesidades y hacia dónde debe ir el salario. Este año, por ejemplo, firmamos provisoriamente hasta el 1º de julio el 10% de aumento más 160 pesos remunerativos a la jornada discontinua. Todo esto viene por un problema de la empresa que dice que el desfasaje entre las paritarias de CEPETEL y el resto de los gremios le produce un intríngulis muy grande dentro de su estructura y nuestro arreglo nunca va a ser ni siquiera bueno, porque si nuestro arreglo es bueno o muy bueno, qué va a pedir FOETRA. Entonces, nos piden que nos acomodemos a la estructura. Nosotros, por una cuestión de que el acuerdo era beneficioso e implicaba volver a discutir paritarias el mes que viene –creemos que discutir dos veces al año paritarias en esta condición es importante–, aceptamos. Esta primera parte no la discutimos con los compañeros sino que se la llevamos como propuesta para someterla a aceptación. Y fue aceptada. Ahora, con la segunda parte, que es el reclamo salarial para la segunda parte del año, sí ya empezamos la rondas. Ayer hubo la primera asamblea con setenta compañeros en el edificio Vernet. Y lo vamos a hacer en todos los edificios para ir tomando la temperatura. Y esto también aporta a la posible conflictividad o no, lo cerca o lejos que estemos de los acuerdos. El objetivo es ser cada vez más sindicato y no negociadores. Y en este sentido, todos estos ámbitos que ustedes tienen con los delegados y afiliados, el hecho de que, justamente, sean profesionales, ¿ayuda un poco a un debate que quizá, sobre todo en lo que refiere al convenio, sea más técnico? La apropiación de un lenguaje diferente por parte del profesional, así como el hecho de manejar más claramente una misma función, ¿hace más sencilla la discusión? La hace más fácil porque es más homogéneo. Igual, lo que hace a un convenio colectivo yo creo que no hay diferencia entre un trabajador de base y un profesional. Siempre son licencias, salarios, guardia, disponibilidad, viáticos, zona inhóspita, etc. Creo que esos elementos son materia común. Nosotros lo que intentamos es tratar de poner la discusión, justamente, en el conjunto. Cuando discutimos viáticos no queremos tener un viático diferenciado al personal de base: sostenemos que la diferencia está en el salario, en la tarea que se realiza pero no en la posibilidad de tener desarraigo o tener beneficios en comer o dormir mejor. En cuanto a eso, tratamos también, hace más de un año, de tener charlas con FOETRA para llevar esos aspectos, si no es posible en forma conjunta, al menos al unísono, porque ya es un reclamo social, no sectorial. En otros aspectos sí se marcan diferencias. Por ejemplo, tenemos una pelea con Telefónica por el plus de capacitación. Nosotros sostenemos y vamos a seguir sosteniendo que el plus por capacitación no es el mismo que el que recibe un jerárquico, por una cuestión que es que tiene mayor formación; entonces, ahí se está haciendo un intercambio de trabajo distinto, con lo cual tiene otro nivel de remuneración. En algunos aspectos creemos que la solidaridad es fundamental, mientras que en otros –más del orden de la plusvalía, del intercambio de relaciones con el empleador– pensamos que tiene que haber una diferenciación. Y eso también es una batalla, el hecho de plantearle a un compañero que si va a Tierra del Fuego por viáticos tiene que ganar lo mismo que el cuadro 3 de FOETRA. Si van juntos a trabajar, tienen que ir juntos, no se puede separar la clase en eso. La diferencia salarial se da por otra cosa, no por eso. En la interna que tenemos nosotros, ahí estamos haciendo valer un poco más nuestra ideología por sobre los intereses de nuestros trabajadores. A veces nos cuesta discusiones que nosotros estamos dispuestos a seguir dándolas. Nosotros no vamos a dejar de hacerlo, porque creemos que si avanzamos sobre eso, lo único que vamos a hacer es seguir construyendo divisiones dentro de la clase que no ayudan para nada. Así como consideramos que el directivo de la empresa es un trabajador y tenemos que convencerlo de que es un trabajador: que su función es organizar la empresa, no perseguir al trabajador; que no explotando al trabajador se va a conseguir mejores resultados, etc. Y también tenemos problemas con los trabajadores de base cuando les decimos que nosotros tenemos que llegar a convencer a los que están arriba que tienen que estar convencionados. Así es como tenemos veinticinco jefes afiliados, de doscientos existentes. Aspiramos a tener su convencionamiento. Estamos en trámite con las acciones judiciales por ese reclamo, aunque sabemos que va a ser mucho más difícil, pero son viables y también van a ser una herramienta de lucha. Y ese es otro problema que tenemos con los profesionales: el hecho de creer en la Justicia como herramienta por sí misma. Porque están aquellos que exigen judicializar todo. Nosotros hemos utilizado la herramienta de judicialización como método colectivo de presión: en el 2007, por ejemplo, iniciamos 110 expedientes reclamando ítems convencionales y discriminación salarial. Pero la intención no era ir al juicio, sino generar un elemento más de presión para llegar a la negociación colectiva. Porque, siempre decimos, hacia atrás es resarcimiento y hecho consumado; lo importante es construir hacia delante. Es así que esos 110 compañeros, por la lucha colectiva, tuvieron su beneficio, porque parte del acuerdo fue el reconocimiento del 38% de la deuda reclamada que fue pagada en efectivo y algunas sumas llegaron a 70 mil pesos. Pero la intención no era lo judicial por lo judicial mismo. Y en toda esta trayectoria, ¿encontraron nuevas metodologías de protesta, nuevos modos de hacer visible la conflictividad? No hemos entrado demasiado en la innovación. Hemos utilizado todo. Si tenemos que evaluar cuáles son los hechos desencadenantes de la construcción o de los resultados de la construcción que llevó al convenio colectivo, sería muy difícil. Hemos hecho desde las medidas más básicas –como cortar al acceso de los directivos durante meses, realizar movilizaciones, cortar la calle Corrientes, hacer solicitadas en los diarios– hasta hacer denuncias en la OIT, la cual en 2004 salió el caso argentino con la CTA reclamante y la discriminación al CEPETEL. Hemos hecho denuncias en forma directa, como cuando vino la vicepresidenta de España, donde un compañero, apañado por la CTA que le dio una credencial de periodista, le preguntó por la discriminación a los profesionales y la no firma del convenio colectivo. Hemos presionado y conseguido entrevistas con el gerente general, con el presidente de la empresa. Hemos buscado y conseguido el apoyo de los otros gremios para que se presenten en el Ministerio de Trabajo diciendo que ellos estaban de acuerdo con nuestra firma del convenio colectivo. Hemos hecho de todo. ¿Qué fue lo más importante? Yo creo que todo lo fue. Lo importante es no pararse y seguir todos los días pensando en una medida nueva; tratar de hablar con los compañeros, de trasmitirle optimismo, que se puede y que lo que se consigue va a ser para mejor. Lograr, en fin, que salgan del ostracismo, de esa cajita de fósforos en la que a veces las personas viven y creen que están cómodas. Vos contaste que en el momento del conflicto no eran reconocidos como gremio sino como “representantes de los trabajadores en conflicto”. Ahora que vuelven a constituirse como gremio después de todo el proceso, ¿cómo se maneja esa institucionalidad sin perder ese reflejo de saber que uno es sindicato siempre que tiene la representación de los trabajadores, no por la institucionalidad en sí misma que, como vos contabas, puede estar vaciada? Yo creo que la situación no cambia para nada, porque cuando nosotros nos sentamos en el Ministerio éramos los “representantes de los trabajadores en conflicto”, con lo cual, nos sentíamos tan legitimados como nos sentimos legitimados hoy siendo secretario General de un sindicato. O sea que yo no veo la diferencia. Por el contrario, vería la diferencia si nosotros no tuviéramos base que nos respalde. Si pasásemos a ser una cáscara, un sello. También en Voces |
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