(Revista Malas Palabras. Sep. 10)Así lo expresa el secretario General de ATE Nacional y candidato a titular de la CTA Nacional por la Lista 1. A través de un relato de su vida personal, desde sus inicios en Colón y en Junín, cuenta la influencia que tuvo en su pensamiento la reunión que mantuvo hace 8 años con Fidel Castro. También destaca su aprendizaje junto a Víctor De Gennaro y Germán Abdala, además del apoyo de su familia en momento en los que estuvo al borde de la muerte.

Es un día de semana y con una jornada de trabajo intensa en el sindicato. Rodeado de amigos y compañeros de militancia de la CTA, Pablo Micheli, secretario General de ATE Nacional y candidato a secretario General de la CTA Nacional por la Agrupación Germán Abdala (Lista 1) está totalmente activo como si nada hubiera ocurrido.

Hace un año estuvo tres meses internado en terapia intensiva por una enfermedad autoinmune que lo dejó al borde la muerte. Ahora el escenario central volvió a ser su oficina en el sindicato de Belgrano 2527, en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Por un lado tiene un escritorio cercano a un ventanal con vista a la avenida y por otro hay una mesa de reunión para más de 10 personas. Esa mesa de vidrio estaba repleta de papeles, panfletos, documentos, carpetas. Era una jornada de trabajo intensa, aunque, pese a ello, hubo tiempo para poder hablar con Pablo. Para conocer a la persona.

¿Cómo empieza tu historia?
Mirá, yo nací el 4 de julio de 1959 en Colón (provincia de Buenos Aires). A los 9 años mis padres se fueron a vivir a Junín, por razones laborales y porque mi viejo era militante del PC y bastante perseguido en el pueblo. Ahí terminé la primaria, en la Escuela N° 1, el mimo lugar donde estudió Evita. Y después hice el secundario en la Escuela Nacional de Junín.-

En aquel tiempo vivía con mi padre, Pochi (Pablo). Mi madre verdadera murió cuando tenía 9 años, pero tengo la madre del corazón que es Carmen Riquelme, que al tiempo de haber fallecido mi madre se juntó con mi viejo. Ella siempre estuvo enamorada de mi viejo, ella nos crió y, actualmente, es delegada de ATE en Parques Nacionales.

¿Ahí en Junín es donde comenzó tu militancia, no?
Sí, en Junín no teníamos centro de estudiantes, pero durante el secundario yo portaba las ideas de mis viejos, que eran los dos militantes del Partido Comunista. Cuando vino el golpe de Estado se llevaron a los dos: Carmen estaba en la casa donde vivíamos y mi viejo en el negocio que teníamos en la ciudad, y el mismo día del año 1976 los fueron a buscar a los dos. Estuvieron desaparecidos un tiempo hasta que los legalizaron en la cárcel de Mercedes. Yo tenía 16 años. Sufrimos el maltrato que nos daba la Policía, era terrible, no te daban información, te dejaban horas esperando…

Para esa época yo venía militando en la Fede (Federación Juvenil Comunista) de Junín, pero no era un militante de todos los días. Estaba impactado por el Che, mi viejo me hablaba mucho del Che y leía todo sobre él, y me gustaba mucho la historia argentina y latinoamericana. Esas lecturas me apasionan.

Ese mismo año liberaron a mis viejos, pero corrían riesgo de muerte, los amenazaron varias veces y resolvieron venirse a Buenos Aires. Eso implicó que mi papá se quedara sin trabajo, porque tenía un negocio en la laguna de Gómez. En Buenos Aires nos vinimos a un lugar que yo no conocía. Cuando se decía “andá a vivir a los caños” no sabía bien a qué se referían, y nos vinimos a vivir a Villa Caraza, cuando no tenía ni una calle asfaltada. Las paredes de mi casa eran de material pero muy finitas, el techo era de chapa… caímos en una pobreza terrible.

¿Y qué hiciste durante esos primeros tiempos?
En Buenos Aires empecé trabajando en una fábrica de juguetes, y cuando era más chico, en Junín, repartía pastas con una bicicleta que tenía un canasto. Yo siempre fui de una contextura física mediana tirando a chica, y dos por tres por el peso de la canasta se me daba la vuelta la bici y se caían los pasteles … Me daba una tristeza terrible.

Ya acá, en Buenos Aires, comencé a militar en la Fede, entré a trabajar en el Instituto Forestal Nacional, y ahí en una cosa media clandestina nos postulamos como delgados. Me afilié a ATE, inmediatamente, porque vino Fermín Villareal y me dijo: “Acá hay dos sindicatos: UPCN que es el sindicato de los patrones y ATE que es el de los trabajadores. Usted de qué lado está” preguntó: “De ATE”, le contesté.

Después, al ser electo delegado comienzo a tomar contacto con ANUSATE y conozco a Víctor De Gennaro y a Germán Abdala, que para mí eran dos figuras que estaban ahí arriba. La Fede me manda a vincularme con ellos. Al principio me costaba. Me rehusaba a ser un militante sindical, pensaba que era más importante ser un militante político. Y un compañero, que era mi responsable político de la Fede, me dijo: “Vos sos un pelotudo, yo jamás voy a poder representar a mis compañeros, y para un militante revolucionario no hay nada mejor que eso”. Eso me hizo pensar mucho y me metí más en la pelear por la recuperación de ATE. Este fue el crack. Yo era laburante y estudiaba ingeniería electrónica y cuando profundicé la militancia en ANUSATE dejé de estudiar. Ese era mi lugar en el mundo.

Además, Víctor y Germán me impactaban porque eran tipos que tenían una claridad espectacular para explicar las cosas, eran unos cuadros impresionantes y eran unos militantes bárbaros, militantes de todo el día. Yo pegaba afiches y pintaba las calles, pero también lo hacían ellos, igual que Carlos Custer, Carlos Cassinelli, Leopoldo González.

La Secretaría General de avenida Belgrano tiene las paredes rodeadas de cuadros de Germán Abdala, Eva Perón, El Che, pero también hay un sector que Micheli se lo destinó para imágenes personales. Fotografías en las que está con amigos y que cuentan parte de su historia. Entre las fotos se destaca una en las que está hablando en la Plaza de la Revolución en La Habana.

‘Viajaste varias veces a Cuba, pero una fue especial? ¿Qué fue lo que pasó?
Sí, viajé más de 10 veces a Cuba. Pero una vez tuve el alto honor de hablar en la Plaza de la Revolución. Tuve el honor de representar a la CTA y hablar un 1° de Mayo ante más de 1 millón de personas. Fue impresionante. Y si faltaba algo, al otro día estuve 7 horas con Fidel.

Te cuento una cosa: en ese entonces (2002) Pedro Wasiejko era secretario de Relaciones Internacionales de la CTA y yo era Secretario Adjunto de la CTA Capital. La CTA Nacional recibió la invitación para ir a Cuba pero nadie podía. Enseguida dije que no podía y quería ir, y me dijeron que no había que hablar. Con más razón quería ir. Obviamente tuve que preparar un discurso escrito, porque te dan 7 minutos para hablar y yo me excedí, hablé 9 minutos. Sabía que ahí no te aplauden, tienen banderitas chiquitas y las agitan si están de acuerdo con lo que decís. Yo vi agitar las banderitas varias veces, y a medida que fui hablando me fui agrandando cada vez más. Pero al margen de eso, lo llamativo es que jamás los cubanos, ni siguiera lo insinuaron, me revisaron lo que yo iba a decir. Sin embargo, el que me exigió que le mostrara lo que había preparado fue Wasiejko … lamentablemente. Me tenían más confianza Fidel y los cubanos que mi compañero de la CTA.

¿Qué pasó después del discurso que diste?
me dijeron que si el discurso es bueno y a Fidel le gusta te va a invitar a comer. Pasó el primer día y ni pelota Fidel. El segundo días nos invitan al programa periodístico Mesa Redonda junto con un compañero de Uruguay y otro de Venezuela. Yo estaba de espaldas y antes que empezara el programa veo que la gente exclama “uuuh”. Yo me pregunto qué pasa. No alcanzo a darme vuelta para que lo que ocurría. Una mano inmensa se me apoya en el hombre y me dice: “Chico, muy bueno tu discurso”. Lo miro y era Fidel … ya no lo podía creer.

Mirá, ya había estado varias veces en Cuba y lo había visto a Fidel, y cada vez que lo veía la gente se arremolinaba para darle la mano y yo lo intenté varias veces, pero no llegué nunca a poder saludarlo. Después pensé: “ya está, qué le vas a hacer; será que no le vas a poder dar nunca la mano a Fidel, hay muchísimos cubanos que lo quieren y nunca lo pudieron saludar y vos te preocupás porque no lo podés hacer; ya está”. Y después me encuentro en esa situación, con él tocándome el hombro y preguntándonos a los que estamos en la mesa: “¿Después de acá ustedes tienen algo que hacer? Porque los quería invitar a comer algo”.

¿Cómo fue ese encuentro?
A las 20:45 nos pasaron a buscar y nos llevaron al Palacio de la Revolución, nos quedamos en una sala de espera y a los 10 minutos se abrió la puerta y entró Fidel, no vino el secretario, entró Fidel. Ya eran las 21 … terminamos a las 4 de la mañana. Dijo cosas eses día que no me las voy a olvidar, cosas que sirven para la vida. Una de ellas fue que “esta revolución no se hace por disciplina, se hace por cultura. Acá hay una cultura de la construcción de la revolución, no hay una disciplina de orden y mando”. También dijo: “Esta es la era de la guerra de las ideas, ni se les ocurra, aunque sea por casualidad, intentar hacer lo que hicimos nosotros en la década del 50”.

Estuvimos de charla hasta la 1 de la mañana, y recién a esa hora comimos. A eso de las 4 terminamos. Ya en mi pieza estuve dando vueltas en la cama, estaba en el aire, pensando en llegar y contarle a mis compañeros.

En cuanto a la plaza, cuando yo hablé veía cómo las banderitas se agitaban, y en ese momento usé una frase de Víctor que decía que “en la Argentina nos habían inventado el hambre” y Fidel cuando escuchó eso consentía. Yo estaba agrandado.

¿Qué conclusiones podés sacar de lo que fue ese viaje?
La primera conclusión fue que debíamos construir una fuerza, un movimiento como lo había planteado la Central ene l Congreso de Mar del Plata, en 2002. Deberíamos dejar de ser abstractos en la definición de movimiento y deberíamos hacerlo metiéndonos, incluso, en la disputa electoral. Claro, esta es la era de la guerra de las ideas, ahora cómo se conquista el gobierno. Antes era la toma de poder a través de la revolución y ya no. También me impactó lo que la cultura, no es lo mismo que te den bola porque sos jefe o porque encarnás un proyecto colectivo participativo, popular y revolucionario. La revolución se hace desde la cultura.

La elección en la CTA
El 23 de septiembre los afiliados de la CTA elegirán quién será la nueva conducción de la Central. Pablo Micheli es el candidato a Secretario General por la Lista 1. Y, al igual que sobre su vida personal, también habló de la elección.

 Ya lo dije en el acto de Ferro. El más alto honor de un militante, para mí, es llegar a ser Secretario General de la CTA. No tengo aspiraciones de ser diputado, senador. Para mí lo más lindo es esto, porque creo que hay que construir una Central de masas, porque creo profundamente en el tema de que hay que construir una cultura para transformar la realidad en la Argentina y los abanderados de esta cultura, no la vanguardia, tenemos que ser los trabajadores. Para romper con esta concepción histórica de que el movimiento obrero o la clase trabajadora es la columna vertebral. No, la clase trabajadora es la cabeza de cualquier movimiento social.

Y creo profundamente en la autonomía de la Central, autonomía de los partidos políticos, del gobierno y de los grupos económicos. Y lo creo hasta tal punto que soy crítico de cómo es el proceso de la Central de Trabajadores Cubanos, que no elije su conducción por voto directo y secreto. Ojo, que si hay revolucionarios son los cubanos, porque hicieron una revolución. Yo digo que soy revolucionario pero no hice ninguna revolución, aspiro a hacerla.

Creo que Hugo Yasky representa el posibilismo, más allá de si es kirchnerista o no, eso es secundario. Todos construimos una Central con bases sólidas, incluso Yasky en su momento. Pero este es otro tiempo, porque no es lo mismo la Central en la época de la resistencia y la defensiva que la CTA que hay que construir para la ofensiva. Y la ofensiva es la Central que hay que construir para transformar la realidad en la Argentina.