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- 19/06/08 - Discurso Hugo yasky
Paritaria Social en Campana

Video completo al final del discurso de Hugo Yasky
[19/06/2008] Se llevó a cabo el 19 de junio el acto que fuera organizado por la CTA Regional Zárate-Campana donde los temas centrales fueron: Paritaria Social, Distribución de las Riqueza, y Libertad y Democracia Sindical. El encuentro tuvo lugar en el Club San Lorenzo donde disertó el secretario general de la CTA nacional Hugo Yasky, quien fuera presentado por Mario D´aliessi secretario General de la Central Zárate-Campana, acompañados por Jorge Yabcowsky titular de la Asociación Sindical de Profesionales de la Salud de la Provincia de Buenos Aires (CICOP-CTA) y miembro de la Mesa Nacional de la Central.

“Agradecer también la presencia de todos ustedes y la invitación de los compañeros de la regional de Zárate-Campana….para nosotros, como central de trabajadores, siempre es un hecho promisorio estar en condiciones de debatir con nuestros compañeros y compañeras porque, bueno, eso es lo que le da sentido a nuestra construcción.

Nosotros no creemos en un sindicalismo cuyas decisiones las toman los dirigentes, no creemos en un movimiento sindical que no tenga debate, que no tenga pluralismo, creemos en un movimiento sindical que tenga autonomía frente al gobierno, pero también frente a los partidos políticos, frente a los poderes económicos…. Creemos que el sindicalismo no tiene que ser una correa de transmisión de los sectores que detentan al poder para que después esas decisiones del poder los dirigentes las traduzcan ante sus representados, sino que tiene que ser exactamente a la inversa: son los trabajadores los que, en un acto de autonomía, en un acto de emancipación, deben definir las políticas que después, los que los representan, tendrán que llevar adelante en los lugares donde les toque estar, discutir, o, directamente, pelear. Por supuesto, lo acabamos de decir a los medios de comunicación, nuestro total respaldo a nuestros compañeros de la SICOP que forman parte de una organización con la que hace muchos años venimos luchando juntos en la provincia de bueno aires, y ahora, a nivel nacional, en la CTA y que, bueno, representan nada mas ni nada menos que nuestra propuesta pública, popular, en relación con un tema que es crucial como es el de la salud.

Así que yo voy a retomar un poquito desde el punto donde dejo el compañero Yacobsky, en una intervención que ha sido muy clara. Creo que esa iniciativa de “volver a Carrillo” y que de alguna manera representa la propuesta de volver a contar con un sistema nacional de salud, es algo que replica lo que nosotros hemos estado planteando también a nivel de la educación pública: la necesidad de que exista un sistema nacional no tanto en el sentido en que nosotros lo conocimos, cuando existía el viejo sistema nacional de educación, que tenia un ministerio ubicado en el barrio norte de la capital federal, y desde ahí se ramificaba hasta la ultima provincia de nuestro país sino sobre todo, la idea de tener , un sistema de salud en el que el estado nacional sea co-garante del financiamiento y en el que existan parámetros de igualdad en el acceso a la salud, que permitan que las diferencias geográficas, o las diferencias de cuna, no trasunten desigualdades sociales que configuren biografías anticipadas de las vidas de nuestros ciudadanos es decir, si uno es hijo de un trabajador de un obraje en el Chaco, si uno es hijo de un campesino en Formosa o en Corrientes ya tiene escrita una biografía, prácticamente, para el resto de su vida. Uno podría pensar:” bueno como decía un ex presidente que no quiero nombrar “pobres hubo siempre, qué le vamos a hacer! Si eso es mas viejo que la humanidad! Y tendrían que pensar bueno, algunos tienen la mala fortuna de nacer en una cuna pobre, en una provincia pobre, en una región pobre , y van a seguir siendo pobres, y quizás van a ser mas pobres que sus abuelos…. Y debería pensar uno que las cosas son así, que ese es el orden natural de las cosas… en la edad media, los curas se encargaban de explicarle a la gente en esas condiciones que no había que preocuparse porque después, en el paraíso venía la compensación. Por supuesto, no estamos en la edad media, no creemos en las desigualdades como especie de sino que marca las vidas de las personas… creemos que la desigualdad no es tampoco una cuestión que tenga que ver con la naturaleza humana, ni con el orden natural de las cosas, y creemos, en todo caso, que la desigualdad es producto de la injusticia, y que la injusticia es producto de los seres humanos, es decir, de los intereses, de la disputa de intereses y, fundamentalmente, de la desigualdad y la distribución de la riqueza. Ese, para nosotros, es el gran tema. Por supuesto, cuando uno habla de pobreza y de la mortandad infantil, y da los números que planteaba yacovsky uno tiene que decir que hay países donde estos números son mucho más atroces.

También podría decir que hubo épocas de la argentina donde estos números eran todavía mucho más desastrosos. Sin embargo, cometeríamos un gravísimo error, imperdonable, si simplemente optásemos por justificar que esto puede ocurrir pensando que hubo momentos peores o que hay países peores. La Argentina es un país que acumuló un nivel de crecimiento de la riqueza, en estos últimos cinco años, que, evidentemente, hacen absolutamente inaceptable que existan estos niveles, todavía, de mortalidad infantil, hace inaceptable que exista un 50% de los chicos y de los jóvenes viviendo por debajo de la línea de la pobreza en la provincia de Buenos Aires, hace inaceptable que tengamos todavía casi un 25% de los asalariados con ingresos que los ubican por debajo de la línea de la pobreza. Es decir, nosotros, hace diez años, vinculábamos casi siempre la pobreza a la desocupación, a la falta de trabajo.

Hoy tenemos un crecimiento económico que ha generado recuperación de un importante nivel de empleo. Es decir, esa masiva desocupación que generaron las políticas del neoliberalismo están siendo superadas pero se están generando trabajos que, en muchos casos, hacen que quienes se benefician con el trabajo, no se benefician por eso de la posibilidad de dejar de estar por debajo de la línea de la pobreza. Hoy hay muchos trabajadores con salarios deplorables y esto forma parte de un nuevo dato de la realidad. El tema para nosotros central es ese.
Nosotros no creemos que el principal problema que tenga la Argentina en este momento sea la corrupción, ni cualquiera de esos problemas que se suelen ver a diario en la televisión. Voy a nombrar el que aparece todos los días a toda hora: el de la inseguridad. No creemos que el principal problema de la Argentina sea la inseguridad. Nosotros entendemos que el principal problema que tenemos en nuestro país es la desigualdad social, y que, en todo caso, los otros temas que yo mencioné antes, que son los que están todos los días en boca de los comentaristas de la televisión derivan directamente de la desigualdad social.

En los países donde la brecha entre el que más gana y el que menos gana es de uno a cinco, por ejemplo, Nueva Zelanda, por ejemplo, Suecia, esos niveles de inseguridad y esos niveles de corrupción son abrumadoramente menores. Sin embargo, en nuestro país, esa desigualdad genera brechas que hoy prácticamente pueden llegar a ser de uno a cien, en términos de la distancia entre el que más gana y el que menos gana, de uno a treinta, uno a cuarenta… Es decir, una situación que muestra a todas luces distribución absolutamente injusta de la riqueza. Si nosotros estuviésemos en un país de África, uno de esos países que tienen pobreza estructural, que no cuentan con recursos, que son semidesérticos, por supuesto tendríamos que hablar de la pobreza.

Tendríamos que pensar, para resolver la desigualdad, fundamentalmente en el tema de la pobreza. Sin embargo en nuestro país, para hablar de cómo se resuelve la pobreza, inevitablemente, hay que hablar del tema de la riqueza.
No se puede resolver la pobreza si no hablamos de la tendencia que existe en nuestro país a la concentración de la riqueza. En la entrevista que tuvimos con la presidenta de la Nación le deciamos que entendíamos que la Argentina había crecido, que eso era importante, que se habían dado algunas iniciativas que significaban avances respecto de las políticas de la década del noventa, por ejemplo, que existiera una ley que intentaba revertir el desastroso proceso se dio con la privatización de la jubilación, que nos dejó a nosotros en un terreno baldío, prácticamente, en términos provisionales; que destruyó todo lo que se había construido… pero le planteábamos a la Presidenta de la nación que si bien considerábamos esos avances, entendíamos que en la Argentina no había una política del Estado que tuviera como objetivo concreto, sistemático, un proceso de distribución de la riqueza que beneficiara a los más rezagados y a los más castigados por las consecuencias de lo que fueron las políticas aplicadas prácticamente hasta el 2001. Y le decíamos que nosotros no creíamos en la teoría del derrame según la cual para que los que están abajo se beneficien del crecimiento económico primero la copa se tiene que llenar y una vez y que se llena, es decir, una vez que el capital acumuló, entonces se produce el desborde, y de ese desborde, entonces, viene la teoría del derrame. Eso lo han expresado muchos economistas. Martínez de Hoz decía que para repartir, primero la torta tiene que crecer, otros que primero la copa se tiene que derramar, Cavallo decía “vemos la luz al final del túnel”, ¿se acuerda cuando decía “allá viene, vemos la luz al final del túnel”? Y bueno los sectores dominantes en nuestro país siempre se la han ingeniado para tener alguna fórmula que ponga en ascuas, en estado de espera permanente, a los trabajadores, a los sectores populares. Eso es una mentira absoluta. Solamente mejora la situación de los trabajadores, de los sectores populares si hay decisión del Estado nacional de desarrollar, de impulsar políticas públicas que construyan otras condiciones distintas en el reparto de la riqueza. Esto significa concretamente que para que la copa se derrame se tiene que inclinar. Si no se inclina, lo que cae para los que menos tienen son las migajas del festín. Por supuesto cuanto más comen los que están arriba, más miguitas hay en el mantel, y cada tanto, entonces, las tiran para abajo. Eso sería lo que nos cae a nosotros.

Por supuesto ustedes dirán “bueno, quizás es una visión demasiado pesimista”. Nosotros creemos que es una visión bastante objetiva. La realidad lo demuestra así. Para nosotros distribución de la riqueza, bien lo decía Yacobsky, no es solamente salarios justos. El salario justo es un tema central, la centralidad de la distribución pasa por el salario. Nosotros tendríamos que recuperar, por ejemplo, aquella situación que se vivía hace más de tres décadas, cuatro décadas, cuando de todo lo que se producía en el país, la mitad se repartía entre los salarios de los trabajadores y la otra mitad quedaba para los sectores del capital.
Para nosotros es fundamental recuperar esa situación en términos salariales. Pero no hay solamente distribución de la riqueza a través del salario, hay distribución de la riqueza a través de un sistema público de salud, garantizado por el Estado, que también es salario diferido. Hay también distribución de la riqueza cuando se garantiza el acceso a la educación, desde la educación inicial hasta la universidad. Hay distribución de la riqueza cuando hay un sistema jubilatorio con justicia y digno. Hay distribución de la riqueza cuando hay un sistema de transporte público que garantiza que los que van a trabajar, vayan y vengan de trabajar en condiciones dignas, seguras, no como si fuesen ganado. Todo eso es lo que se denomina salario diferido. Nosotros creemos que esa es la concepción integral de la distribución de la riqueza. Y la distribución de la riqueza no puede quedar en manos solamente de la relación, porque a veces se cae en una suerte de imagen ilusoria que es que, bueno, si un Estado garantiza que haya discusiones paritarias libres, ya garantizó la distribución de la riqueza, porque el resto queda en manos de las partes que discuten. El Estado garantiza que hay paritarias, se juntan los representantes del sector obrero y los de las patronales y discuten mano a mano. Eso no garantiza por sí solo la distribución. Primero, porque hay desigualdad de fuerzas, de entrada. No es lo mismo la fuerza de los trabajadores que la fuerza de las patronales. En nuestro país el único principio constitucional que parecería ser absoluto es el de la propiedad privada. Sobre todo, la propiedad privada de los patrones, porque, por ejemplo, en la época en que el país andaba mal y se le recortaba el salario a los médicos públicos, se le recortaba el salario a los trabajadores de la educación, se les recortaba el salario a los enfermeros, se les pagaba con bonos. Nadie ponía el grito en el cielo. Cuando en este país se quiere discutir la rentabilidad de los empresarios, eso es un pecado enorme! Hay muchos que se rasgan las vestiduras y claman al cielo porque se les quiere discutir la rentabilidad, porque dicen “es la propiedad del que gana”. Ahora, resulta que cuando nos recortan el salario a nosotros que es la propiedad también de los que trabajamos, estudiamos muchos años para ser maestros, para ser enfermeros, sin embargo, el salario se nos recortó muchas veces y nadie reclamó por la propiedad privada en ese momento, ahí no!. Entonces nosotros decimos: no basta con la discusión en paritarias.

El Estado tiene que garantizar políticas que tengan como objetivo distribuir el ingreso, y esas políticas tienen que ver no solamente con garantizar la discusión paritaria. Porque hay gremios que tienen fuerza y hay gremios que no tienen fuerza en la discusión. Un gremio que trabaje en la producción de suelas para zapatos no tiene la misma fuerza que el gremio de los camioneros. Hay gremios que pueden paralizar un país, hay otros que no lo pueden paralizar. Hay gremios que tienen poder de presión y hay otros que no.

El Estado debe garantizar un sueldo digno para todos los trabajadores, independientemente de la capacidad de presión que eventualmente puedan desarrollar. Pero, fundamentalmente, tienen que garantizar un ingreso ciudadano para aquellos que no tienen trabajo. Ese también es un problema del Estado. Por eso la Central de Trabajadores Argentinos plantea como una de sus demandas la asignación universal por hijo.
La asignación universal por hijo para nosotros, hoy, sería imprescindible, por ejemplo, porque dicen “ah!, pero como el Estado le va a pagar por hijo a todos los que viven en la Argentina”. No. Nosotros decimos que habría una fórmula inicial: por ejemplo, pagar el equivalente al subsidio por hijo que cobra el que está en un trabajo registrado, que el mismo subsidio por hijo lo pueda cobrar el desocupado con fondos de la seguridad social, que el mismo subsidio por hijo lo pueda cobrar el que está no registrado, el que está trabajando en la informalidad, como se denomina ahora. Es decir, garantizar algún ingreso ciudadano que, por ejemplo, implicara para el que lo recibe el compromiso de una contraprestación consistente en garantizar escolaridad y garantizar sistema de salud.

Esto ¿qué quiere decir? Que nosotros estamos en un momento de la historia en el que se están confrontando dos concepciones. Se siguen confrontando: la concepción aquella de que si yo quiero salud tengo que recurrir a la empresa privada; si yo quiero educación, tengo que recurrir a la escuela privada; si yo me muero y quiero un buen entierro, tengo que recurrir a la empresa privada… Y así, todo lo privado es mejor que lo público. Y, en todo caso, como dice la gente del Fondo monetario del Banco Mundial, lo público ahora es el reservorio de lo pobre. Aquellos que son pobres –dicen ellos-como vivimos en una civilización avanzada van a tener una red: en vez de caerse directamente a la nada, van a caer en la red de la escuela pública, en la red del hospital público… Es decir, ahí es donde van a ir los pobres. Nosotros estamos en contra de esa concepción. Algunos la explican diciendo que no es justo… ¿qué sentido tiene que el Estado gaste plata para pagarle a los ricos la universidad –uno de cada mil hijos de trabajadores va a la universidad hoy en día… uno de cada mil-, entonces, dicen, con un supuesto discurso progresista “qué sentido tiene que el estado nacional use la plata de los pobres para pagarle la universidad a ,los hijos de los ricos? Y lo que nosotros tenemos que hacer es invertir ese razonamiento: lo que tiene que hacer el Estado es apropiarse de los recursos de los ricos.
Cuando yo era pibe, fui a la escuela pública –yo tengo casi sesenta años- vivía en una sociedad como la que ustedes, muchos, conocieron: mucho menos violenta, mucho más democrática. ¿Por qué? Porque era menos desigual. Yo iba a una escuela donde del grupo de treinta pibes que estábamos en el aula había tres o cuatro, o cinco que eran el hijo del escribano, el hijo del dueño de la empresa, el hijo del dueño de la empresa que vendía soda… cuatro o cinco que tenían plata. Después habíamos muchos que éramos hijos de empleados, hijos de pequeños comerciantes y había muchos, también, que eran hijos de obreros. Estábamos todos juntos en la escuela pública, y ya hacíamos nuestra primera experiencia de vida democrática en el banco de la escuela. Ahí empezábamos a hacer una experiencia de vida democrática. Hoy vivimos lo que se llama las “sociedades segmentadas” donde el que tiene mucha plata se encierra en el country, y ya tiene la escuela dentro del country; y después están los que tienen un nivel un poco más bajo, pero tienen también sus escuelas privadas, tienen, también, sus espacios públicos –que ya no son públicos, son privados-, y después, finalmente, están los que tienen que ir a la escuela pública y al hospital público… Es decir, esa es la sociedad segmentada contra la que nosotros queremos luchar.
Cuando decimos “distribución de la riqueza” hablamos de eso, hablamos de un país que el crecimiento económico lo tiene que transformar en crecimiento social. Porque el crecimiento económico se puede dar. Pero también puede haber crecimiento económico y crecimiento de la pobreza, puede haber crecimiento económico y crecimiento de la desocupación y puede haber crecimiento económico y crecimiento de la desigualdad. Todo eso es lo que pasó en la década del noventa. Argentina creció macroeconomicamente pero involucionó socialmente de una manera terrible. Y la Argentina que nosotros estamos viviendo hoy crece económicamente de manera inusitada. Nunca hubo un ciclo de crecimiento tan sostenido como el que nosotros vivimos ahora. Pero no hay un desarrollo social que muestre que ese crecimiento económico tiene como función principal generar mejores condiciones de vida para la mayoría. Por supuesto, nosotros sabemos que hay gente que hoy en la Argentina vive mucho mejor que hace diez años.

Hay gente que es mucho más rica que hace diez años, que tiene niveles de consumo cada vez más sofisticados e incluso hay empresas y empresarios que planifican la inversión en la Argentina en función del 15 % de la población, que esto también está pasando hoy… el que vende polenta, el que vende dedalitos, el que vende algún tipo de vestimenta muy de uso cotidiano por ahí tiene un mercado en el que está involucrado el 90 % de la población, pero hay gente que vende productos para un 15 %, es decir, hoy tenemos una sociedad que como principal problema tiene la desigualdad. Cuando yo era pibe había menos desigualdad, había menos segmentación, había menos distancia entre el que más tenía y el que menos tenía y entonces había menos violencia, había menos delincuencia, había menos problema con la juventud. Supuestamente estábamos más atrasados –hablo de la década del cincuenta, por ejemplo, del sesenta…- sin embargo teníamos un sistema de salud mucho más sólido que el que hoy tenemos. Nosotros en la década del sesenta, mediados de los sesenta, teníamos los mismos parámetros de salud, de educación, de desarrollo científico-tecnológico que Canadá. A mediados de la década del sesenta Argentina era igual que Canadá, se comparaba con Canadá. Yo conocí un grupo de estudiosos canadienses que vino a investigar cómo podía ser que dos países que en la década del sesenta tenían los mismos parámetros, cuarenta años después uno estaba arriba, y el otro estaba hundido en la nada. O sea que nosotros conocimos eso, y sabemos que eso es posible de ser construido. No es una utopía. No estamos hablando de algo que jamás sucedió, que jamás podrá suceder. Estamos hablando de algo que sucedió y de algo que tenemos que hacer que vuelva a suceder. Por supuesto no en las condiciones en que nosotros la conocimos. No se trata de volver para atrás como en esos canales de televisión que… no vamos a poner el canal 24 “volver” y vamos a empezar a mirar las películas de luis Sandrini y vamos a empezar toda la historia de nuevo en blanco y negro. Es otra realidad. Pero tenemos que construir otras condiciones de distribución de la riqueza. Para nosotros hay un solo camino y es a través de una disputa que tiene como escenario las contradicciones sociales y las contradicciones de clase.

Para nosotros no hay distribución de la riqueza si no interviene una fuerza, que es la única que está interesada concreta y objetivamente en esa distribución que es la fuerza de la clase trabajadora. Ustedes me dirán: bueno, y por qué no pensar que lo pueden hacer los empresarios?... Porque no les interesa. El empresario tiene un problema, la rentabilidad, y tiene algunas cuentas que son muy claras, muy simples; en general, hoy, más salario es menos rentabilidad para ellos, en general es así. Nosotros tenemos la idea de la década del cincuenta donde había muchos empresarios que les interesaba el mercado interno, porque decían: bueno, el obrero que trabaja y se puede comprar la heladera, yo se la vendo. Había muchos empresarios que en esa época creían en el círculo virtuoso del mercado que se alimentaba de buenos salarios y que después le devolvía al empresario que pagaba el buen salario el incremento de sus ganancias a través de las ventas. Nosotros tendríamos que intentar volver a algo así, pero tenemos que ser conscientes de que para la inmensa mayoría de los empresarios esa realidad ya no tiene vigencia. A muchos, a la mayoría, diría yo, les conviene más exportar. ¿Por qué? Porque hay un mercado mayor y porque es mucho mejor vender en eurodólares o vender en dólares que vender en el mercado interno de pesos argentinos. Porque no podrían competir. Es decir, forman parte de una complejidad. Pero bueno es un tema en el que, creo, no tiene mucho sentido ahora entrar. Lo cierto es que nosotros, los trabajadores, tenemos como principal objetivo generar la disputa para que la distribución de la riqueza nos tenga a nosotros como protagonistas, que somos los que estamos realmente interesados en que esto sea posible. Reclamamos, como dice en este cartel, libertad y democracia sindical.

¿Por qué reclamamos libertad y democracia sindical? No lo hacemos simplemente por un espíritu romántico –y ustedes lo saben bien-. No es solamente porque nos parece mucho mejor que todos seamos libres, que todos tengamos democracia. Lo hacemos por algo muy concreto: si no hay libertad sindical, no hay condiciones para dar la disputa que hay que dar frente a los empresarios para distribuir la riqueza. Es decir, si un trabajador que reclama no tiene el garantismo sindical que lo protege, por ejemplo, para formular un reclamo y al otro día no estar despedido, la disputa por la distribución de la riqueza no se puede desarrollar. Los empresarios lo que quieren es la ley de la selva. Y en la ley de la selva el que es más fuerte se como al que es más débil. O, en todo caso, si tiene que haber algunos leones que sean leones a los que ellos antes les hayan sacado los dientes. Es decir, ellos prefieren discutir con algunos sindicalistas o con algún representante del modelo sindical que sabe que, en todo caso, está dispuesto a disciplinar, a contener –como usan ellos ese lenguaje-, “disciplinar la demanda”, “demanda responsable”, “sindicalismo moderno”, “gestión moderada”… todo eso que se le ponen lindas palabras para explicar simplemente un sindicalismo que acepte las reglas de juego que ponga el empresariado. Por supuesto que aquí hay un tercer actor que es el gobierno y que no es neutro. El Estado nunca es neutro: o juega para un lado o juega para el otro. Cuando el estado le niega la personería gremial a la CTA está jugando claramente para el lado de las patronales.

¿Por qué? Porque es una manera de restringir la libertad sindical. ¿Que la CTA tenga la personería gremial garantiza que los trabajadores van a tener mejores salarios? No. Yo sería un mentiroso si les dijera a ustedes que el día que la CTA tenga la personería gremial, a la semana siguiente vamos a tener mejores salarios todos nosotros. Va a depender de las luchas que seamos capaces de organizar, Va a depender de que seamos capaces de generar consenso para esas luchas. Va a depender de que seamos capaces de generar articulaciones sociales que hagan que las demandas nuestras las comparta el resto de la sociedad. Eso también es hablar de un sindicalismo político. Cuando uno escucha hablar de que la CTA impulsa un sindicalismo politizado, no es que impulsamos un sindicalismo en el que todos tengamos que suscribir el mismo partido político, o todos los que salimos de ahí tenemos que tirarnos como de un trampolín a una candidatura después para ser diputado o para ser senador. No. Sindicalismo político quiere decir sindicalismo que dialoga con la sociedad, que crea vínculos, que crea asociaciones, intereses comunes. Yo no puedo plantear un conflicto diciendo que defiendo la escuela pública y después hago cincuenta días de huelga y dejo sin clase a todos los pibes cincuenta días. Eso es una contradicción brutal.

Por supuesto, puede ser que acá entre los que me escuchan –porque ha pasado muchas veces- haya compañeros o compañeras docentes que me digan “yo quiero el salario”, y si los políticos son corruptos, y se llevan toda la plata, y ganan veinte mil pesos, y viajan, y la presidenta tiene la cartera de cuero de cocodrilo y todas esa argumentaciones que se puedan hacer … está bien. Alguno podrá creer eso, y creerse con derecho entonces a tener cincuenta días paralizadas, por ejemplo, las escuelas o hacer un paro en un hospital cuarenta y cinco días, y entonces reprogramar las intervenciones quirúrgicas sesenta veces.
Yo creo que hay que construir las condiciones para que nuestra lucha en la empresa privada y sobre todo en el sector público genere articulación social, es decir, que si yo paro por el salario, el padre de mis alumnas entiendan que esa es una lucha por la escuela pública, y juntos podamos construir la fuerza para que el Estado le de a la educación el presupuesto que hace falta para que mi salario sea digno pero para que la escuela de mi pibe también sea digna. Porque también puede pasar lo que ha pasado de hecho en muchas provincias, que se ha generado una huida en estampida hacia la escuela privada. Hay provincias donde los índices de inscripción en la escuela privada han crecido de la mano del crecimiento del conflicto. Y nosotros no queremos eso. Queremos que esté el conflicto, queremos que esté la lucha y queremos la articulación social de cada uno en esta lucha para construir poder popular en cada combate que damos.

Viene al caso una anécdota de cuando siendo muy joven Bernardo Neustad nos llamó a su programa y fuimos con otro compañero,… éramos muy inexpertos, entonces, el hombre éste filmaba el programa, lo grababa en la Universidad de Belgrano, ahí, y nosotros fuimos y entonces nos dijo “a ver… cuéntenos cuál es el problema en la escuela” y entonces nosotros empezamos, a describir los problemas de las escuelas publicas. Dijimos “bueno, este en cualquier momento nos va a entrar a sacudir. Pero nos dejo seguir hablando, continuamos con los salarios bajos, y preguntaba más… “¿y el director? No, el director es terrible” “¿y la escuela?” “no, la escuela es terrible, se viene abajo” y después que nos dejó hablar quince minutos dijo “vio doña Rosa, hay que privatizar!¿Vio cómo está la escuela pública? ¿Usted quiere mandar a esa escuela a su hijo? ¡NO! ¡Por favor! ¡Hay que privatizar!” Ese es el discurso del grupos dominantes. ¿El hospital anda mal? Y entonces los médicos denuncian el conflicto… y bueno, busque una buena empresa de medicina prepaga, haga un esfuerzo… usted piense en sus hijos… ¿usted vería televisión en blanco y negro? No, puso plata, hizo un esfuerzo y tiene en color… ¿vería solamente cinco canales? No, hizo un esfuerzo y tiene cable. Entonces, ¿para qué va a tener un hospital en blanco y negro, o una escuela en blanco y negro? Haga un esfuerzo y asi como paga el cable pague la educación o la salud acorde para su hijo.
Esta es la idea de la disputa entre lo público y lo privado. Y en esa disputa está la distribución de la riqueza. Eso es la distribución de la riqueza.


Por supuesto, después intervienen la corrupción, las políticas clientelares… todo esto que nosotros conocemos tanto en la provincia de buenos Aires, o el caudillismo en el interior… Lo que acá le decimos clientelismo, en el interior, es la relación entre los caudillos políticos y su pueblo. Todo eso que hay que superar, todo eso es con lo que hay que terminar. Pero eso lo tenemos que construir desde la lucha de conjunto. Y la lucha básicamente es la participación y el debate. La lucha es generar las condiciones, es construir el discurso y construir las prácticas que nos permitan ligarnos con lo que siente la mayoría de nuestros compañeros. Ligarnos y construir. No nos convienen los combates en soledad, porque nos derrotan, porque nos aíslan. Para nosotros la principal derrota es el aislamiento.

Por eso es que nosotros en la Central , cuando dijimos “paritaria social” en realidad ¿en qué pensábamos? En construir un entramado de fuerzas con otros sectores con los que compartamos objetivos. Nosotros decimos, que es necesario poder unificar nuestras demandas con el movimiento cooperativo, unificar nuestras demandas con los organismos de derechos humanos, unificar nuestras demandas con las de los movimientos que agrupan a los jubilados, unificar nuestras demandas con las de los sectores que defienden a los pequeños productores del campo o unificar nuestras demandas con los pequeños productores de la ciudad, con los movimientos sociales y barriales.

Buscar objetivos en común. Vamos a defender la salud pública, vamos a luchar contra la contaminación, vamos a ponerle límites a la empresa Dálmine y Siderca y vamos a discutir de qué manera se generan políticas públicas que garanticen que ese emprendimiento le sirve, no al poder político local, le sirve a la gente que vive en la zona de Zárate-Campana, o cualquier otro ejemplo.

La idea de la paritaria era esa. Es esa: construir un entramado social. Y la paritaria tiene mucho que ver con la constituyente social. Es decir, que que son parte de la misma construcción Es decir, que la cultura política de la central de Trabajadores Argentinos, que tiene mucho que ver con lo que fue la CGT de los argentinos en su origen: el sindicalismo combativo, pero que agregó un costado que por ahí tiene que ver con la cultura del movimiento de los trabajadores en el Brasil, que es el de la articulación social. Es decir, construir articulaciones sociales que nos permitan ampliar nuestras fuerzas. Antes había sido el Frente Nacional contra la Pobreza , el FRENAPO. Hoy, en esta coyuntura que estamos viviendo en este momento puede ser la paritaria social y estratégicamente hablando de una construcción que apunte más a un nuevo modelo de país, a un nuevo contrato social, a la constituyente social… que si uno tuviera que hacer un curso semántico, político para ver cuáles son las diferencias… y la verdad es que no son tantas las diferencias, y en realidad la paritaria social nos permite juntarnos con todos, con todos… con todos los que compartan un problema y por ahí en la constituyente social vamos a estar pensando en una construcción más estratégica donde vamos a definir más con una lupa, más con el trazo fino algunas propuestas políticas a construir en un hipotético futuro. ¡Ojalá que lo podamos hacer!

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