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Desarrollar la Industria Nacional y recuperar los Recursos Energéticos [20/07/2005] La conjunción de políticas desarrolladas en el marco del modelo neoliberal tuvo como resultado directo la desestructuración total del aparato productivo nacional y la extranjerización de la mayor parte del capital restante. La apuesta estratégica de los sectores hegemónicos por la apertura indiscriminada de los mercados derivó en la desaparición de gran parte de la pequeña y mediana industria, la deslocalización de algunas grandes empresas, y la absorción y concentración en grandes grupos económicos de otras. Al mismo tiempo y como parte de la misma lógica, se produjo una transferencia de gran parte del capital productivo a capital financiero. Acompañando este proceso, se destruyeron la mayor parte de las protecciones legales al trabajo, se generó un contexto de desocupación masiva y se sumió a gran parte de la población en la pobreza y la indigencia.
Este tipo de políticas fueron acompañadas por la reestructuración y el desmantelamiento del Estado nacional, que tuvo como uno de sus principales productos la entrega, ilegal y escandalosa, al capital privado de la totalidad de las empresas públicas. Un Estado desmantelado y endeudado no tuvo tampoco posibilidades de continuar con el necesario desarrollo infraestructural. Así, las grandes obras que se habían constituido en la base fundamental para el desarrollo productivo del país, fueron también transferidas al capital extranjero. La no existencia de política industrial y el sometimiento del Estado a las presiones de los organismos internacionales de crédito, limitaron severamente los márgenes de decisión política de los gobiernos. Así, cualquier estrategia de inversión quedó en manos de los capitales individuales que, impulsados por las barreras abiertas a la especulación financiera, abandonaron la vía productiva. Podemos afirmar que dos efectos directos y correlacionados de la política neoliberal fueron la destrucción de nuestro aparato productivo y el constante aumento del desempleo. Cuando vemos la creciente desigualdad en la distribución del ingreso inferimos que el objetivo final de dicho modelo fue favorecer solo al capital mas concentrado y en él a aquel que contaba con capacidad para vascular entre la producción y la especulación, según convenga en cada momento. La crisis que estamos viviendo no es casual, es el resultado de un esquema económico y político destinado a beneficiar a ciertos intereses económicos, a costa del genocidio planificado de la desigualdad social y el empobrecimiento de la mayor parte de la población. El proceso de la crisis comienza cuando los grupos de poder hegemónico comienzan nuevamente a disputarse los espacios en la construcción de un nuevo modelo, cuyas alternativas eran: continuidad de la convertibilidad, devaluación, o dolarización. Aún esta situación no está resuelta, y esto sucede porque, por un lado, cada uno de los sectores del poder económicos más concentrado están a la búsqueda, aún infructuosa, de un sector político que les garantice la legitimidad en el espacio institucional. Pero, por otro lado, el ambiente social tampoco se presenta como propicio. Desde diciembre del año anterior se multiplicaron las expresiones sociales contrarias a la continuidad de formas políticas y económicas basadas en la sistemática expoliación de los sectores asalariados. Comenzó a prefigurarse la recuperación de cierta conciencia en gran parte de la población, y la articulación de un entramado de relaciones sociales entre los perjudicados por la política estatal. En ese sentido, creemos estar en el contexto de una oportunidad histórica para la reconstrucción de un espacio popular que resignifique el poder político en Argentina. Si esto es así, cualquier construcción de una expresión social y política y su programa de trabajo debe tener una fuerte impronta en el desarrollo de una acción dirigida a la recreación de un espacio productivo nacional. En ese sentido, debemos pensar en una industria que se asiente en una dinámica de complementación entre las distintas ramas que la componen, que se articule con el funcionamiento de un sistema educativo coherente. Debe generarse un sistema de ciencia y técnica basado en la potenciación de la capacidad de nuestros investigadores para alimentar a dicho aparato productivo de las innovaciones necesarias que tenga como objetivo fundamental el desarrollo de una producción que satisfaga nuestros intereses y, al mismo tiempo, se constituya en competitiva a nivel internacional. En el mismo camino hay que diseñar instrumentos que se orienten hacia la generación de una infraestructura adecuada a la expansión industrial y al bienestar de nuestra población. Es necesario también establecer una revisión del cumplimiento de los pliegos de concesión de las empresas privatizadas, haciendo caducar aquellas que no hayan cumplido con las premisas en ellos establecidas. Resulta fundamental recuperar, para la sociedad argentina, el control de sus recursos energéticos básicos, como el petróleo, el gas y la electricidad. No pueden quedar las determinaciones de prestación de servicios y desarrollo infraestructural en manos del capital extranjero. De cualquier modo, teniendo en cuenta que la globalización nos obliga a insertarnos en un mundo en el cual no son las naciones aisladas las que tienen toda la capacidad suficiente para impulsar un modelo económico-productivo de inserción en el mundo. Por este motivo es necesario pensar dicha inserción en función de la inclusión en el MERCOSUR. Creemos que debemos pensar un nuevo país, en función de un modelo infraestructural y productivo asentado en las necesidades de la población, pero ese país, hoy, se construye solo pensando en un nuevo MERCOSUR. El futuro del bloque regional debe ser el de las complementariedades y articulaciones productivas y de las decisiones conjuntas para encarar desarrollos infraestructurales. Hay que pensar en un MERCOSUR que se plantee políticas dirigidas a exportar en común hacia el exterior del bloque, para lo cual hay que plantearse la convergencia de los caminos productivos. No podemos ya diseñar políticas que partan de la competencia entre los países miembros. Esa competencia nos conduce por caminos que facilitan la acción del capital para diferenciarnos y plantear disputas entre los mismos trabajadores. Por lo cual, creemos que es necesario establecer una transformación profunda de nuestro aparato productivo. Pero dicha reestructuración productiva tiene que ser pensada en función de dos líneas prioritarias: a) El desarrollo productivo tiene que tener como una de sus principales premisas la satisfacción de las necesidades e intereses de nuestra propia población. Debe abandonarse definitivamente las determinaciones de un mercado asentado en las prioridades del capital y su perspectiva anclada en el consumo suntuario para los sectores mas acomodados de la sociedad. Es necesario pensar el desarrollo de productos que estén destinados a satisfacer el mercado interno, asentado en nuestros propios valores culturales y sociales. Pero al mismo tiempo, b) Dicho desarrollo productivo no debe descuidar la generación de una producción que potencie nuestras perspectivas de inserción en los mercados internacionales. Para esto debe hacerse prioridad la citada complementariedad con las determinaciones de nuestra integración regional en el MERCOSUR. Un esquema productivo de este tipo se asentará fundamentalmente en la continua generación de empleo, a partir de la cual se logrará el objetivo de elevar el nivel de vida de los trabajadores y terminar definitivamente con la exclusión social. En definitiva, si en el mundo globalizado no hay que descuidar la exportación, esta debe tener como premisa el bienestar de nuestra sociedad. Por ello, no hay posibilidades de pensar esa vía si se descuida la satisfacción de nuestro propio mercado. Pero, este último se potenciará necesariamente si articulamos nuestro desarrollo con el que generemos, en conjunto, con los países del bloque regional del sur latinoamericano. A partir de estas premisas proponemos: En materia industrial: Establecer nuevos criterios para el ingreso de productos extranjeros a nuestros mercados. Debe establecerse parámetros arancelarios para limitar la introducción de aquellos productos que planteen una competencia con los que pueden producirse en nuestro territorio. Sobre todo en los casos en que dicha fabricación signifique una fuente de empleo para nuestra población. Pero además deben generarse explícitos impedimentos para la inserción de productos con los cuales se actúe sobre nuestros valores culturales, sociales, o se perjudique nuestro medioambiente y, por lo tanto, la salud de nuestra población. Generar mecanismos para priorizar la compra por parte del Estado nacional, provinciales y/o municipal, así como de las empresas de servicios públicos (hoy en manos privadas), de bienes producidos localmente. Establecer marcos normativos para disciplinar los comportamientos mono u oligopólicos, que terminan distorsionando el mismo mercado y derivando los beneficios a un solo sector de la economía. Elevar los aranceles promedio de la Argentina (cercanos hoy al 12%) para utilizar el margen permitido por la OMC (35%). Estructurar un marco de negociación en el MERCOSUR que permita la expansión industrial argentina, en base fundamentalmente a industrias mano de obra intensivas, pero localizadas en ramas o especializaciones que se complementen con la producción de los países miembros del acuerdo. Generar, en el espacio regional del MERCOSUR, emprendimientos productivos comunes, asentados en el aprovechamiento de las especificidades ambientales, productivas, de la mano de obra y de la infraestructura disponible en cada uno de los países miembros. Replantear el papel de la Banca Pública, así como los diversos tipos de regulaciones comerciales, fiscales y financieras, con el objetivo de favorecer a las unidades productivas de menor tamaño. Establecer una política monetaria y financiera dirigida a impulsar la inversión de tipo productivo, al mismo tiempo que limite la especulación financiera. Articular la educación pública con el desarrollo industrial y el empleo que se genere en dicho espacio. Rediseñar el sistema de ciencia y tecnología para dotar a la industria de diseños e innovaciones de origen nacional y, fundamentalmente, relacionadas con nuestros propias necesidades y valores culturales. En materia energética: Es necesario comenzar a construir las ideas que permitan generar conciencia acerca de la imprescindible recuperación de los recursos económicos que resultan claves para salir de la crisis, entre los cuales se encuentran, fundamentalmente, los alimentos y la energía. Tomar como una reivindicación prioritaria el establecimiento de una Tarifa Social. Establecer una defensa del Movimiento Cooperativo, ya que en la recuperación de la energía también es importante impedir la desarticulación de las empresas sociales. Esto se fundamenta en el hecho que existe una importante cantidad de empresas cooperativas de la energía, y que se constituyen en este momento como un bastión social contra la privatización. Continuar la actividad desarrollada hasta el momento en el Movimiento por la Recuperación de la Energía Nacional Orientadora (MORENO), ya que lo consideramos como una herramienta indispensable para la articulación política con los sectores que debaten el nuevo modelo energético. Documento elaborado por: Federación de Trabajadores de la Industria de la Argentina (FETIA-CTA) Federación de Trabajadores de la Energía de la Argentina (FETERA-CTA) Trabajadores Telefónicos de la CTA También en Documentos Ingreso Ciudadano para la niñez Las tareas para la construcción de un sindicalismo democrático y participativo Video - Situacion actual de la crisis economica mundial El trabajador afiliado a un sindicato con simple inscripción puede postularse a Delegado Gremial El golpe de Estado de 1976 que instauró la dictadura militar constituyó la mayor tragedia de la historia argentina. Toda la vida social, política, económica y cultural fue profundamente modificada. Sin embargo, la diferencia con todos los golpes militares anteriores reside en la aplicación de un terrorismo de Estado sistemático, inédito y salvaje. Tal como ocurrió con todas las dictaduras de nuestra historia, en 1976 se arrasó con las instituciones y se cercenaron los derechos y garantías constitucionales. El golpe de 1976 fue mucho más allá: se propuso aniquilar la organización de los trabajadores, los cuerpos de delegados, las comisiones internas, los delegados de sección; todo intento de autonomía y democracia en el seno de la producción. Asimismo, planificó y ejecutó la liquidación de las leyes laborales que los trabajadores habían conquistado y defendido a lo largo de décadas, con un nivel de organización y combatividad de los mayores en América Latina. Complicidad patronal-militar en la última dictadura militar Un objetivo innegociable para los trabajadores La perdida de ingresos por parte de los trabajadores en las tres últimas décadas fue dramática. La torta, es decir todas las riquezas que se producían en el país en 1974, se repartía entre el 48,5 por ciento que le tocaba al conjunto de los trabajadores y el 51,5 por ciento que iba a las manos de los dueños del capital, que por cierto siempre son una minoría en cualquier sociedad. Luego del terror y el saqueo de la dictadura militar, más la hiperinflación y las políticas aplicadas a lo largo de los años ’90, el apogeo del neoliberalismo, la torta siguió creciendo, pero la parte de los trabajadores se desmoronó a sólo un 30,4 por ciento. La peor distribución del ingreso en toda la historia. Características de la desindustrialización en la Argentina durante las últimas décadas |
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