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Aldo Ferrer
El orden mundial emergente después del crac

La realidad mostro que el sistema financiero es inviable sin regulacion
[11/03/2009]

El descalabro de la globalización financiera y su impacto sobre la producción, el empleo y el comercio mundiales ponen de manifiesto cuatro hechos principales. A saber:

1. La inviabilidad de un sistema financiero internacional desregulado y de la prolongación en el tiempo de una masa de deuda impagable y de activos sin respaldo.

2. La inviabilidad de prolongar indefinidamente el déficit de los pagos internacionales de los Estados Unidos.

3. El descrédito de la ideología del mundo del dinero, es decir, el neoliberalismo, y

4. La reaparición del Estado como tabla de salvación de las economías de mercado.

LAS MODIFICACIONES

Estos hechos provocarán cambios significativos en el funcionamiento del orden económico mundial respecto del observable antes de la crisis. Tales cambios incluyen los siguientes:

1. Aumento de las regulaciones del funcionamiento de las entidades financieras, los llamados “paraísos fiscales” y los movimientos internacionales de capitales. Las nuevas normas serán concertadas a nivel internacional y, básicamente, entre los Estados Unidos, la Unión Europea, Japón y China. Lo que aún no está claro es cómo se van digerir las deudas impagables y los activos tóxicos, es decir, como se va sanear el sistema financiero global.

2. Por las razones vistas en una nota anterior en este mismo medio (4.12.08), la economía norteamericana tenderá a restablecer el equilibrio de sus pagos internacionales. Esto quitará el fuerte impulso a la demanda y la inversión en economías (particularmente la de China), las cuales deberán aumentar su capacidad de absorción de recursos a través de la expansión de sus mercados internos. Cabe esperar cambios importantes en las corrientes de comercio entre la economía norteamericana y la china y de otros países emergentes, y una probable desaceleración de la tasa de crecimiento del comercio mundial.

3. Pérdida de influencia del canon neoliberal y surgimiento de nuevas versiones del paradigma keynesiano en las mayores economías industriales. Esto incluye el debilitamiento de lo que Prebisch llamó el “pensamiento céntrico” y su gravitación en los países en la periferia del sistema. Aparece así un vacío teórico, en el cual, la racionalidad de los centros dominantes pierde bases de sustentación teórica y, consecuentemente, debilita su influencia hegemónica sobre las ideas y las políticas económicas del resto del mundo.

El descrédito del canon neoliberal abre nuevas fronteras del pensamiento crítico, tanto en los centros como en la periferia. Respecto de los primeros, el hecho se observa en la declinación de la influencia de pensadores, como Hayek y Friedman, y de teorías, como la de las expectativas racionales. A su vez, es creciente la repercusión que tienen actualmente las opiniones de economistas heterodoxos, como Stiglitz, Krugman y Rodrick. En América Latina sucede otro tanto. Mi propia experiencia proporciona un ejemplo, en torno de la repercusión de propuestas como “vivir con lo nuestro” y construir la “densidad nacional” como fundamento del desarrollo económico y social.

4. Ampliación de las áreas de actuación de las políticas públicas, no sólo en la regulación del sistema financiero sino, también, en la de los mercados, la distribución del ingreso y la demanda agregada.

LO QUE NO CAMBIARÁ

Otras tendencias y comportamientos del orden mundial seguirán inalterados después de la crisis. Principalmente, los siguientes:

1. La capacidad de gestionar el conocimiento, vale decir, de incorporar ciencia y tecnología en el tejido económico y social, es la clave del desarrollo de las naciones y de su influencia relativa en el funcionamiento del sistema global.

2. Las redes de la globalización son diseñadas y organizadas por el poder relativo de los países que participan en el sistema global. La división internacional del trabajo es el mejor indicador de los distintos niveles de desarrollo de los países. Los avanzados serán el origen de las exportaciones con mayor contenido de valor agregado y tecnologías y de las corporaciones que se proyectan a escala mundial. Los rezagados seguirán dependiendo de la exportación de bienes fundados en los recursos naturales, bajos salarios, menor valor agregado y contenido tecnológico y posición subordinada de sus empresas propias. Éste es el modelo que Prebisch definió como de “centro-periferia”

El modelo no cambia, en lo fundamental, con la emergencia de nuevas naciones industriales, como los “tigres asiáticos” y, sobre todo, China. Estos países se vinculan con los países industriales en una relación centro-centro, de intercambios entre estructuras productivas comparables. Con los países subdesarrollados se vinculan en la tradicional relación centro-periferia. Basta con ver la división internacional del trabajo que se está produciendo entre China y América Latina, incluyendo la Argentina. Esta estructura de la división del trabajo condiciona el resto de las redes de la globalización, es decir, las inversiones privadas directas y los movimientos de capitales financieros. Incluso, las corrientes migratorias, en las cuales, se observa que el subdesarrollo expulsa población hacia economías más prósperas del centro del sistema.

3. Continuarán las asimetrías en la visión del mundo, del proceso de desarrollo y las relaciones internacionales, conforme al posicionamiento de los países en el orden global. Después de la crisis, las economías industriales avanzadas y, presumiblemente, las emergentes, incluyendo China, seguirán insistiendo en las bondades de la apertura y del libre juego de la oferta y la demanda en los mercados, aunque, probablemente, con menor énfasis que antes de la crisis, sobre todo en relación con la globalización financiera. Los programas de “ayuda” bilateral y los del FMI y del Banco Mundial seguirán respondiendo a la visión céntrica del desarrollo y las relaciones internacionales. Es altamente improbable que estos programas destinados a las economías sub¡desarrolladas, incluyan los fuertes componentes heterodoxos y endógenos que son necesarios para la transformación productiva y gestionar el conocimiento en los países de la periferia.

EL ORDEN MUNDIAL FUTURO

En consecuencia, en el orden mundial emergente, después de la resolución de la crisis actual, seguramente seguirá prevaleciendo lo siguiente:

1. Las reglas de la globalización administradas por la OMC, el FMI y la OMPI (propiedad intelectual) seguirán siendo fuertemente influidas por los intereses y las visiones de los países centrales. Habrá, probablemente, mayor flexibilidad en las normas pero sin cambios sustantivos en el comportamiento de estas organizaciones que reflejan, esencialmente, los intereses de los Estados Unidos, la Unión Europea, Japón y, presumiblemente, en el futuro, China. Es inconcebible, por ejemplo, que el FMI apoye programas con tipos de cambio de equilibro desarrollistas (TCED) que estimulen la industrialización de la periferia. Seguramente seguirá insistiendo en tipos de cambio de equilibrio de mercado (TCEM) y, consecuentemente, en la prevalencia de la enfermedad holandesa en la periferia.

2. El desarrollo de América Latina y del resto del mundo subindustrializado seguirá dependiendo esencialmente de la calidad de las políticas nacionales y de estrategias de inserción internacional compatible con el despliegue de su capacidad de gestionar el conocimiento. El contexto internacional será probablemente fundado en principios menos dogmáticos vinculados a los intereses de los centros de poder internacional, pero los países seguirán creciendo de adentro hacia y no a la inversa y, en primer lugar, como resultado de la calidad de sus respuestas a los desafíos y oportunidades de la globalización. La densidad nacional de los países, vale decir, su cohesión social, liderazgos nacionalistas, estabilidad institucional y pensamiento crítico, seguirán siendo las condiciones básicas para desplegar políticas válidas en el orden global que emergerá después de la crisis.

3. Es también previsible, sobre todo, por el cambio en el gobierno de los Estados Unidos, mayor énfasis en los llamados global commons referidos a la defensa del medio ambiente y la explotación de los recursos naturales. Pero esto, presumiblemente atenderá a las preocupaciones principales de los países centrales, sin tomar en cuenta los problemas de la pobreza y las asimetrías en los niveles de bienestar prevalecientes en el planeta. Es, incluso, previsible que las preocupaciones ambientalistas de los centros de poder mundial los lleve a proponer limitaciones en el uso de los recursos naturales en los territorios de países de la periferia, como se observa, por ejemplo, en el debate sobre la deforestación de la Amazonia brasileña. Al menos, en el futuro previsible, no cabe esperar, del lado de las políticas ambientalistas, modificaciones significativas al funcionamiento y reparto del poder y el bienestar en la economía global.

Aldo Ferrer,
Director Editorial de
Buenos Aires Económico

fuente: http://www.elargentino.com/nota-31279-El-orden-mundial-emergente.html

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