Escribir sobre crisis energética es escribir sobre una serie de factores que abarcan muchos aspectos de nuestra vida cotidiana, sobre la soberanía del país, sobre la relación entre las personas y el Estado, sobre el tipo de Estado de que se trata, sobre los intereses de las empresas privadas, y sobre la corrupción de los gobernantes.

LA VIDA COTIDIANA
La relación entre la vida cotidiana y la energía, en la primera década del siglo XXI, es una relación fuerte, la más fuerte de toda la historia de la humanidad.

Imaginar hoy una sociedad sin servicios domésticos de electricidad, gas y agua; caminos o ciudades sin estaciones de servicio; comunidades sin un sistema de generación de electricidad, sin transporte de gas por redes; o modelos productivos que no contemplen el consumo de gas, electricidad o fuel oil, en forma intensiva; nos remite a imágenes de pobreza, atraso, subdesarrollo, sufrimiento. Una imagen donde no se satisfacen condiciones de vida digna.

Y esto en cuanto a la posibilidad primaria de disponer de la energía.

Si también señalamos nuestra relación con los derivados hidrocarburos; además de los combustibles, incluidos el gas de garrafa y el querosén, debemos nombrar los plásticos, fertilizantes, funguicidas, pinturas, pegamentos, asfaltos, nylon, tintas, aceites, ceras, vaselinas, neumáticos, resinas, poliéster, detergentes, insecticidas, etc.

Miles de productos que si desaparecieran mágicamente, harían imposible el funcionamiento de las industrias, las comunicaciones, el transporte, la atención de la salud, la conservación y producción de alimentos y de agua.

EL MUNDO QUE CONOCEMOS HOY DEPENDE DE LA PROVISIÓN CONTINUADA DE ENERGÍA
Siendo pocas las fuentes conocidas, de las que se puede esperar una producción que satisfaga las necesidades diarias, por períodos de tiempo prolongados; su utilización requiere de decisiones políticas trascendentales para todos nosotros.

Entre esas decisiones está, la de determinar la cantidad de energía disponible, su precio, la valorización de necesidades a resolver, que fuentes se utilizarán, cuales serán los costos ambientales de su utilización, y fundamentalmente ¿a quién se beneficiará?.

En la Argentina del total de energía consumida todos los días, el 88% está compuesto por petróleo y gas, el resto es carbón, nuclear, hidráulica, leña, etc. El petróleo y el gas son extraídos, transportados, transformados y comercializados por empresas privadas, en su mayor parte extranjeras. El 88% de nuestra energía primaria diaria está sometida a la política que fijan empresas que quieren tener utilidades para sus accionistas y que se llevan de nuestro país, miles de millones de pesos anuales, sin que exista una necesidad real de aceptar esa transferencia.

¿Quién toma las decisiones trascendentales de nuestra política energética?. ¡Las empresas!

SOLO UN EJEMPLO
De la lectura de los balances presentados ante la Comisión Nacional de Valores por parte de YPF, en los últimos 6 años (desde el año 2003 al 2008); esa empresa invirtió en sus operaciones (no todas destinadas a nuestro país) la suma de 27.208 millones de pesos y remitió dividendos a sus accionistas por la suma de 27.185 millones de pesos, es decir un flujo neto de caja entre ambas cuentas de 23 millones de pesos.

LA CRISIS ESTÁ EN EL MODELO
Tarifazos. Escasez de fuel oil, garrafa de gas cara y escasa, cortes de gas, apagones; exportación de la renta energética.

¿Por qué suceden estas cosas?, por la falta de soberanía para tener una política energética que garantice el derecho a la energía, que posibilite la planificación del crecimiento de la producción y del trabajo, que capture las inmensas ganancias del sector y que transite el camino de un cambio, hacia formas de energía más limpias y perdurables.

La crisis está en el modelo energético privatizado que desde el gobierno de Carlos Menem, hasta el día de hoy, los distintos gobiernos mantuvieron y mantienen, facilitando el saqueo de nuestros recursos energéticos.