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Lesa humanidad
Un médico que se destacó en el campo de la obstetricia

[15/12/2008]

(Fuente: El Argentino)

Norberto Bianc fue en Campo de Mayo el señor de los partos y la muerte.

Por Laureano Barrera - Periodista. El presidente de Paraguay, Fernando Lugo, fue puntual; llegó con una libreta de mano y una birome, como si fuera a tomar apuntes en una conferencia de prensa. Y en algún punto lo hizo. Enfrente, el embajador argentino Rafael Romá y una pequeña delegación de Abuelas de Plaza de Mayo: Estela Carlotto, el abogado Alan Iud y Juliana García, una investigadora de la institución. Tras evocar su último encuentro con el mandatario, repasó los casos históricos de apropiadores –como el temible Samuel Miara– que se habían refugiado en Paraguay, Carlotto desembocó con naturalidad en el motivo de la cita:

–Ahora estamos preocupados por el caso de Bianco, que está demorado, a pesar del pedido de extradición de la Justicia argentina.

–Ya esperamos más de treinta años, no podemos esperar más. Si hay alguien que sabe dónde está mi hermano, es él –terció Juliana, que busca incansablemente a Ignacio, como lo llamaron sus papás, que nació entre el 1 y el 3 de mayo de 1977 durante el cautiverio de su madre en Campo de Mayo.

Lugo asintió. Apuntó en su anotador el nombre del juez y el fiscal que tienen la causa. Se mostraba interesado:

–Desde el gobierno vamos a hacer todo lo que esté a nuestro alcance. Queremos la condena de los militares.

Al derrotero en la tierra guaraní siguió una reunión con el juez de garantías a cargo del proceso de extradición. “Nos tocó uno mejor que el de la extradición anterior; es uno de los pocos que hizo carrera y no llegó por estar vinculado a la estructura del Partido Colorado”, cuenta Juliana.
Gustavo Amarilla, un salteño radicado en Asunción con una tía desaparecida, les aseguró que respondería la solicitud antes de fin de año. Y justificó la demora por la vieja extradición de Bianco que tuvo que desarchivar y leer, porque la defensa reclamó que no se lo podía extraditar dos veces por el mismo delito. “Eso es absurdo. Está claro que no se pide la extradición por la apropiación de los chicos, sino por su rol en la maternidad clandestina de Campo de Mayo”, aclara Alan Iud.

El doctor muerte. En la tenebrosa Guarnición de Campo de Mayo, se probó la existencia de tres centros ilegales y la más vasta y aceitada maternidad clandestina bajo la égida del Ejército, sólo comparable a la que la Marina vertebró en la Esma. En esas tinieblas se paseaba la sombra de Norberto Bianco: amo y señor de los nacimientos y las muertes.

Si bien hubo partos en el Campito, uno de los chupaderos, y en la cárcel de encausados, la mayoría fueron en el sector de Epidemiología del Hospital Militar. Hasta allí eran trasladadas por la noche las embarazadas, con custodia civil o militar, y según varios testigos, muchas veces por el propio Bianco. Cuentan que eran él y Julio César Caserotto –ya fallecido– quienes dirigían los procedimientos, muchas veces con la parturienta encapuchada y atada. Elisa Martínez, una enfermera, declaró que Bianco retiraba los retoños del lugar. Por órdenes superiores, no quedaban constancias del asunto, María Herrera, otra enfermera, contó que después de alumbrar, las mujeres eran inyectadas para inhibir su lactancia. Los bebés eran entregados a familias castrentes. Dos médicos del Hospital Militar, declararon que Bianco las cargaba en su Falcon gris –todavía puede vérselo aparcado en su casa de Bellavista–, y las llevaba hasta los hangares. De allí, “todas las noches salía un Hércules con rumbo sureste”, reveló Jorge Luis Eposto. El vuelo salía completo después de las 23, y luego volvía vacío.

Durante la dictadura, más de treinta mujeres dieron vida en el lugar más semejante al infierno. Ninguna sobrevivió, y sólo dos hijos se han encontrado. Uno es el joven que había robado uno de los mayores operarios de esa máquina de matar: Bianco. Pablo Casariego Tato conoce la verdad desde 2007.

Cuentas impagas. Las Abuelas supieron del sadismo del capitán Bianco antes que nadie, por denuncias recibidas en 1984; los anónimos mencionaban dos chicos apropiados durante la dictadura por el matrimonio Bianco-Wehrli. En 1986, lo denunciaron a la justicia. El juez pidió rápidamente los exámenes para los niños, pero el militar se los llevó consigo tomando la ruta paraguaya que tan buenos resultados le había dado a los pioneros de la apropiación. El juez pidió la extradición, pero con artilugios legales, logró dilatarlo once años. En 1997 lo condenaron por la apropiación de Pablo, pero sólo estuvo preso un año: la Cámara le computó como pena una laxa domiciliaria en Paraguay, en la que “supimos de un par de veces que cruzó la frontera. Jamás se lo vigiló”, cuenta Juliana.

En 2003, cuando el Congreso argentino anuló las leyes de impunidad, el tipo abordó un vuelo previsor con destino a Paraguay. El 6 de mayo de este año, cuando el juez Suáres Araujo pidió su indagatoria, el médico estaba decidido a pasar allá otra larga temporada. Lo detuvo Interpol en la clínica de Asunción, donde trabajaba.

Desde entonces, cumple prisión domiciliaria, aunque sin un régimen riguroso. “No tenía siquiera una custodia en la puerta”, cuenta García. Desde la última vez que había estado, en 2002, Juliana notó que el reo remodeló la fachada y aumentó las medidas de seguridad. Pero los barrotes que blindan su residencia, cumplen una lógica invertida a la carcelaria: son más para impedir ataques foráneos que para evitar su trecking por el barrio. En el hall de entrada destella una dorada placa de médico. La última vez tampoco estaba allí. ¿Puede en Paraguay, un hombre preso por robar bebés, ejercer el arte de sanar?

En Abuelas tienen fe de que con Lugo la tortilla se vuelva. Y en la indagatoria ante un juez local, el
médico militar confiese la suerte de los otros 28 jóvenes que se robaron de Campo de Mayo.

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