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El caso Ingenio Ledesma

[5/05/2006]

El ingenio azucarero Ledesma fue fundado hace más de un siglo en la localidad de Libertador San Martín, en la Provincia de Jujuy, por la familia Blaquier, miembros destacados de la oligarquía terrateniente conformada a lo largo del siglo XIX. La articulación de los directivos del ingenio Ledesma con las fuerzas represivas fue dada a conocer por el intenso activismo de Olga Arédez, esposa de Luis Aredez, pediatra que habiéndose desempeñado como médico del ingenio, fue secuestrado por las fuerzas armadas en mayo de 1977 y nunca más apareció. Aredez había
sido despedido en los años ’50s del ingenio Ledesma por utilizar recursos
considerados excesivos en los obreros del ingenio y sus hijos, que
padecían de enfermedades, como la diarrea estival, que causaba la muerte
de decenas de ellos en temporada de zafra. Luego de desempeñarse por
un tiempo como director del hospital de Tilcara, Aredez decidió retornar
nuevamente a Gral. San Martín para atender a los trabajadores del ingenio
por fuera de la estructura de la empresa. En 1973 distintos grupos
políticos impulsaron su candidatura a la intendencia. Durante su mandato
comenzó a exigir el pago de impuestos de la empresa Ledesma al municipio,
por primera vez en su historia centenaria. El 24 de Marzo de 1976
Luis Arédez fue detenido por fuerzas de seguridad en su casa, permaneciendo
un mes desaparecido, y luego casi un año en la cárcel, al fin del
cual fue dejado en libertad y pudo retornar a su hogar. En mayo de 1977,
después de haber atendido a algunos de sus pacientes en el hospital de
la localidad de Fraile Pintado, desapareció sin dejar rastros. Posteriormente,
lograron recabar el testimonio de un vecino quien lo había visto conduciendo su auto en la ruta interprovincial 34, acompañado de otros
tres hombres desconocidos, y aunque saludó al Dr. Arédez, éste no respondió
el saludo. A raíz de la investigación de la CONADEP un detenido
que estuvo en el campo de concentración de la localidad de Guerrero,
Prov. de Jujuy afirma que entre los detenidos del Campo de Guerrero se
encontraba, al parecer muy torturado, el Dr. Luis Ramón Arédez.

El testimonio de Olga Arédez proporciona datos clave para comprender
la relación entre el ingenio y las fuerzas represivas. En primer lugar,
refiriéndose a la primera detención de Luis Arédez, en Marzo de 1976,
Olga señala en su declaración ante la CONADEP que su hijo Ricardo
“vió desde su ventana del dormitorio, cómo su padre era cargado por
una acción conjunta de la policía de la provincia y la gendarmería nacional,
la cual, y siendo una fuerza militar creada en su origen para combatir
el contrabando en las fronteras, está establecida desde hace varias
decenas de años dentro del territorio de la
empresa privada conocida como Ingenio
Ledesma. Mi marido fue cargado en la parte
trasera de una camioneta con el logotipo de la
Empresa Ledesma impreso en las puertas de
dicho vehículo. La camioneta era conducida
por un empleado de la propia empresa.” [1]

La colaboración de la empresa en la represión
fue admitida frente a ella por personal de
la empresa: “me entrevisté con el Administrador
del Ingenio Ledesma, el ingeniero Alberto
Lemos. Él admitió que la Empresa había puesto
sus móviles a disposición de la acción conjunta
llevada a cabo por las fuerzas armadas,
en sus palabras, “para limpiar al país de indeseables”.”
Y el peso de los intereses empresarios
en los motivos de la detención también fue
oportunamente clarificado: “También aseguró
que mi esposo, debido a su actividad como asesor
médico de los obreros, había resultado muy
perjudicial para los intereses económicos de la
empresa Ledesma.”

El caso de Arédez no fue de ninguna manera un caso especial en lo
que se refiere a la participación del ingenio en el proceso represivo en la
zona. En los tristemente célebres apagones, que comenzaron a realizarse
a partir del 20 de Julio de 1976, durante los cuales se cortaba el suministro de energía eléctrica entre las 10 de la noche y las 6 de la mañana,
decenas de trabajadores, estudiantes, amas de casa, sindicalistas y profesionales
fueron secuestrados, [2] de acuerdo al testimonio de Aredez,
“siempre con la colaboración del parque móvil de la Empresa Ledesma.”
Los secuestrados fueron recluidos en diferentes centros clandestinos de
detención en los que fueron brutalmente torturados, entre los que se encontraba
“la sede del escuadrón 20 de gendarmería nacional, ubicado
dentro del predio de la Empresa Ledesma, en la actualidad llamado Barrio
Ledesma.”

Por si quedaran dudas de la relación entre la empresa y las fuerzas
armadas, Olga Aredez señala que al mes de la desaparición de su esposo,
después de regresar de una misa para pedir por su aparición, vio
invadida su casa “de soldados uniformados del Ejército Argentino (alrededor
de 30), al mando de un empleado de la Empresa Ledesma, Juan
de la Cruz Kairuz, quien también desempeñaba la actividad de entrenador
del equipo de fútbol de la Empresa Ledesma, Club Atlético Ledesma.
Kairuz iba vestido de civil e impartía ordenes al los uniformados de ese
allanamiento y, nuevamente, sin ninguna orden judicial se llevaron de
nuestro domicilio muchos documentos y libros.”

Resulta importante tener en cuenta el contexto del funcionamiento de
la estructura productiva del ingenio y su impacto humano, ecológico y
económico, para comprender que el terror instaurado durante la dictadura
se constituyó en otro elemento más de control, en un marco de
explotación extrema. La jornada diaria de más de 12 horas que debían
cumplir los trabajadores (en ese entonces entre 12.000 y 12.500, hoy
serían menos de 2.500), los insuficientes salarios, pagados no con dinero
sino con papeles de crédito de la empresa, la falta de atención
médica adecuada y las condiciones precarias de vivienda en pueblo,
vigentes tanto en los años ’70s como en la actualidad, constituyen el
contexto de la política represiva. [3] Esto se suma a la profunda insalubridad
no sólo de las condiciones de trabajo sino de vida, ya que por la
constante aspiración del polvo del bagazo, el desecho de la caña de
azúcar que contamina el agua, el aire y la tierra, los pobladores sufren
severos problemas respiratorios, que en muchos casos, como el de Olga
Arédez, derivaron en cáncer de pulmón, lo que finalmente causó su
muerte el 17 de marzo de 2005.

Una reveladora entrevista a Mario Paz, ex directivo de relaciones públicas
del ingenio Ledesma, provee información adicional sobre los criterios
de contratación, control y despido de la empresa. [4] Paz admitió orgulloso
haber despedido a más de diez mil trabajadores, entre ellos a Luis Arédez, quien “era un mediquito zurdo, un buen médico pediatra, pero
que tenía ese gesto demagógico con el personal”. Reconoció asimismo
que el personal de gendarmería (“eran seis hombres, pero qué cojonudos”)
tenía acceso permanente al terreno de la empresa, dentro del que tenían
un destacamento propio. Finalmente, en una declaración útil para entender
la filosofía que guiaba el manejo de recursos humanos de la empresa:
“Yo detengo diez sospechosos, los reviento a todos hasta que salta el
culpable, y ahí largo a los nueve restantes y les pido disculpas”.

Esta identificación de Mario Paz, y por lo tanto de la empresa que lo
empleaba para tratar con sus empleados, con las fuerzas represivas se
reflejó también en su actitud de permanente intimidación a quienes tuvieran
la intención de denunciar las violaciones a los derechos humanos
frente a los organismos internacionales. Como indica Olga Arédez en su
testimonio ante la CONADEP: “A comienzos del año 1979 nos reunimos
en la ciudad de San Miguel de Tucumán ante la Comisión Interamericana
de Derechos Humanos, dependiente de la O.E.A. (Organización de Estados
Americanos), para realizar la denuncia de la desaparición de nuestros
familiares. Nos juntamos centenares de familiares de todo el noroeste
argentino. En el hotel donde se recepcionaba las denuncias, Hotel
Versalles, estaba también alojado, sorpresivamente, junto a su mujer el
Director de Relaciones Públicas de la Empresa Ledesma, el señor Mario
Paz, muy temido por los demás familiares, quienes venían a denunciar
las detenciones y desapariciones producidas en Ledesma. Mario Paz se
apostó en un sillón a la entrada del hotel, y cuando accedíamos a presentar
las denuncias, nos topábamos, inevitablemente, con su figura. Por
este motivo algunos familiares, que tenían sus otros hijos empleados en
la Empresa Ledesma, no pudieron hacer sus denuncias de una manera
personal. Las tuvimos que llevar por ellos los otros denunciantes, no
vinculados laboralmente a la empresa, y entregarlas en su lugar. El
mencionado Mario Paz no se movió ni un instante de su sitio durante
nuestra presentación.”

[1Todos las citas
textuales en adelante
provienen de Arédez
Sagues, Luis Ramón,
Legajo Conadep N°
3376. Testimonio de su
esposa, Olga del Valle
Márquez de Arédez, y
de sus hijos Teresa
Adriana, Luis Ramón,
y Ricardo Ariel Arédez.

[2“Nunca más” de la
Comisión Nacional de
Desaparición de
Personas
(CONADEP), páginas
217-218-262-263-447,
quinta edición,
Editorial Eudeba
(1999).

[3El documental “Sol
de Noche. La historia
de Olga y Luis” de los
realizadores Pablo
Milstein y Noberto
Ludin, con producción
ejecutiva de Eduardo
Aliverti (color, 78 min.,
2002) proporciona
datos e imágenes
ilustrativas del
funcionamiento de la
empresa, y del trato a
sus trabajadores. Para
más datos y análisis
del documental, ver
Victoria Basualdo,
“Cine documental e
historia reciente:
apuntes sobre la
complicidad patronalmilitar”
en Revista
Lucha Armada No. 4,
Septiembre a Noviembre
de 2005.

[4La entrevista se
encuentra incluida en
el documental “Sol de
Noche”.

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